Huella y presencia (tomo III)

DR.jORGE ALu:NllE neraron una Declaración Universal sobre el Genoma Humano, proclamán- dolo patrimonio de la humanidad y oponiéndose al uso de la información genética para la discriminación de individuos. El Dr. Craig Venter era, a principios de los 90, investigador de los Institutos de Salud de Estados Uni- dos (NIH). En esa calidad inició trabajos tendientes a generar un gran nú- mero de secuencias de genes expresados y convenció a la entonces directo- ra del NIH a solicitar patentes sobre estos trozos de secuencias, aún sin sa- ber para que servían. Esta solicitud causó gran revuelo en la comunidad científica mundial que se oponía a este patentamiento y precipitó la renun- cia del Dr.JamesWatson como director del Proyecto Genoma del NIH. Cuan- do asumió el Presidente Clinton, nombró a otro director del NIH, el Premio Nobel Harold Varmus, quien retiró la solicitud de patentes. Craig Ven ter, entonces, decidió fundar su propia compañía, TIGR, reuniendo cuantiosos capitales de riesgo y demostrando una enorme capacidad de gestión. Esa compañía se dedicó al estudio de genomas de microorganismos, usando una estrategia muy diferente a la usada por e l consorcio de laboratorios del sector público. El consorcio había acordado enfocar el proyecto del genoma humano por etapas, favoreciendo primero la preparación de mapas genéticos y físicos que le permitieran tener "bande ritas" a lo largo de todos los cromosomas, luego cortar los cromosomas en grandes trozos que a su vez eran fraccionados en pedazos más pequeños y sólo en la última e tapa entrar a secuenciar las letras de los trozos más cortos. Se pensó que esta estrategia, que tomaba más tiempo, era necesaria para permitir e l ensamble de todos los trocitos en un rompecabezas increíblemente difícil. Venter y TIGR usarón la "estrategia de la escopeta" que al disparar perdi- gones por todos lados se asegura que algunos darán en el blanco. Esa estra- tegia consistía en romper el genoma en cientos de miles de pedacitos muy pequeños, que e ran secuenciados, sin importar de adonde venían. El truco era que Vente r confiaba en que las computadoras iban a poder hacer el milagro de empa lmar los trozitos para armar el puzzle, En 1995, TIGR dio un golpe al anuncia r que, con su metódica de escopeta: había podido resol- ver el primer genoma de una bacteria: Hemophilus influenza. Aunque este genoma es mil veces más pequeño que el humano, el hecho de que esta compañía le hubiera ganado la carrera a muchos grupos de científicos hizo creíble su estrategia y le atrajo muchos nuevos capitales a TIGR, que preten- dió patentar la información de estos organismos patógenos y venderla a las empresas farmacéuticas. La carrera por el genoma humano, realmente se montó cuando en 1997 la división Applied Biosystems Instruments (ABI), perteneciente a Perkin Elmer Company inventó un nuevo secuenciador en base a electroforesis ca- pilar y modificaciones del viejo método de Sanger. Este modelo (3700) era 6 veces más rápido que el antiguo modelo de la misma compañía. Venter y este fabricante crearon una alianza que dio origen a CELERA una nueva compa- ñía dedicada a secuenciar el genoma humano para el año 2000. El consorcio 27

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