Huella y presencia (tomo III)
FUNCIONARIOS DESTACADOS El año 1993 visité el Departamento de Parasitología. Fui a saludar al Dr. Schenone. Al preguntar por su salud, sacó más pecho que el pato del silaba• rio Mane y me dijo: "subo trotando a la cumbre del Cerro San Cristobal", por joderlo le dije ¿dentro del funicular?. Se subió a una mesa grande y se puso a hacer flexiones y bueno, para no ser menos, me saqué el vestón y también me subí a la mesa, a brindarle unos tiburones. Los dos muertos de la risa ante la mirada estupefacta de una simpática doctora. Caminé por el pasillo y al mirar al solitario jacarandá lo vi más grande, sus flores azul-viole- tas me parecieron mucho más hermosas. ¡Cuándo un profesor de medicina había compartido ejercicios gimnásticos con un ex funcionario! En marzo del año 1987, en mi primer viaje a Chile, después de mi expul- sión, subí al metro para ir al paradero de taxis de la Estación Los Leones. Escuché que alguien me dice: ¡Hola Wistuba!, estirando la mano para salu- darme; sin saber quién era, estiro mi mano casi automáticamente y le salu· do. Debo decir que mis ojos aún no se acostumbraban a la claridad del sol, el cual es muy escaso en Finlandia. Miré a este hombre e l cual vestía elegan• temente, al mismo tiempo pensaba: "es de la Facultad de Medicina y lo co- nozco", pero me digo quién es. Miro la solapa de su vestón y veo la insignia militar. Debo decir que en ese momento ni Chaplín me habría hecho reír. Miro de reojo a mi acompañante, mi tía Irene y veo la palidez de su rostro. Creo que en ese momento pensábamos lo mismo: "otra vez preso". A dónde van, nos preguntó; "donde mi otra tía"; podemos tomar e l mismo taxi y voy con ustedes. Al final todos fuimos en el mismo taxi, mi tía se sentó con este señor, y yo delante con el chofer; preguntas cruzadas, y yo tratando de acor- darme quién era este hombre. Al bajarnos me dice "llámame viejo y nos juntamos para tomarnos unas copitas". Pregunto a qué número lo llamo, y me da su tarjeta: Dr. Roberto Fassani. No pude evitar mi impresión, este hombre fue Presidente del Centro de Alumnos de Medicina y buen amigo mío. Quise pagar la tarifa del taxi, y é l me dice "cómo se te ocurre, yo conti- núo el viaje y pagaré, pero llámame viejito". En mi próximo viaje a Chile lo haré. Sin dejar de pensar que en el año I987 aún estaba sentado de presi- dente el dueño de Chile; que no se movía una hoja sin saberlo él, y hoy se le está cayendo hasta el tronco. Paradojalmente yo estuve preso en la calle Londres 38 y este caballero en Londres capital de Inglaterra "gracias a la vida". Debo decir que tengo grandes amigos desde el barrio popular la Pincoya al ''.jaibón" de Lo Curro, y debo decir que mis amigos son de todos los colo- res políticos. Pienso que eso es bueno. En mi estadía en Chile fui a la misa y al entierro de un funcionario de Medicina. Cuando e l difunto descansó en el nicho, vinieron a saludarme mucha gente, apretones de mano y abrazos iban y venían; alguien amable- mente me dice "Caramba que te conservas bien viejito". Riéndome digo: Finlandia es un buen refrigerador y se conserva la carne fresca. Otro me dice: ¿verdad qué hace tanto frío por esos lados? Bueno, sí, le contesto. Los 207
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