Huella y presencia (tomo III)
HUEI.IA Y PRESENCIA 111 segundo piso cuando ya no era su secretaria, siempre iba a fumarse un ciga- rrillo a escondidas de sus colegas para que no lo reprocharan. En esas opor- tunidades aprovechábamos de conversar de lo cotidiano. El honor de haber conocido y compartido tantas tertulias con el Dr. Gus- tavo Hoecker, Premio Nacional de Ciencias 1989, oportunidad que me per- mitió conocerlo más profundamente, escuchar sabios consejos y profundos pensamientos que me hicieron reflexionar en más de alguna ocasión. Qui- siera nombrar uno por uno a los amigos, tanto académicos como mis pares, Directores con los que he colaborado, algunos de ellos por períodos repeti- dos, no quisiera abusar, sin embargo del espacio, ya que nombrarlos uno por uno resultaría interminable. No por eso dejan de tener la misma rele- vancia. Siempre he tenido la convicción que el motivo por el cual me quedé trabajando indefinidamente en esta Universidad, no fue precisamente por aspiraciones económicas sino que me atrajo la parte sensible, la oportuni- dad de compartir con tantas personalidades del quehacer científico las cua- les me aportaron una riqueza espiritual e intelectual haciéndome sentir una persona importante, y no una secretaria anónima o silenciosa. Eso para mí vale más que todo el oro del mundo. Quizás resulte para algunos lectores un poco utópico este testimonio pero es mi sincero sentir. Cómo se han perdido valores, relaciones humanas por ejemplo, y otros. Recordar es reflexionar. Todo este ajetreo diario que fue haciendo la suma de los años, va quedando en el "diario" secreto de nuestra existencia. Se dispersan los hechos, pero aún así hay una hilación que nos hace formar parte de esta institución y su historia. A pesar del olvido que pareciera caer en nuestro estamento, me siento participe del éxito de algunos, del alejamiento de otros y es en ese matiz que al fin de cuentas se suaviza la evocación . No quisiera explayarme demasiado, pero si no caigo en la censura no puedo guardar silencio y dejar pasar esta oportunidad de expresar un sentir, que durante mi larga trayectoria me ha tocado vivir innumerables cambios, sin embargo siento una inmensa negatividad en los últimos años. Oí decir una vez al Dr. Hoecker que es el «exceso de información» el que deteriora la memoria y contribuye al distanciamiento de las personas. ¿Será posible aún hacer un alto entre tanta velocidad y tecnicismo? ¿Pue- de alguien inventar o reinventar esa fórmula de una convivencia más huma- na yjusta? No deseo caer en la crítica. Tal vez todos somos responsables en este estado de cosas. He querido ser honesta. Extrañamos ese acercamiento soli- dario y amable de "antes". Lo reclamo no sólo por mí, sino por toda esa nueva generación que nos va reemplazando . La capacitación y la humanización deben estar en el mismo estrado. Creo que de ese modo los valores crearán la armonía que debe existir bajo este alero universitario y que nos hará más saludables física y espiritualmente. 198
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