Huella y presencia (tomo III)
HUELLA Y J'RJ,~%:--ICIA 111 El sector disidente se confundió entre aquellos que estaban por los cam- bios, pero a través de procedimientos distintos y aquellos que participando de la misma disidencia, estaban porque la Facultad continuara sin mayores variaciones, planteamiento que por cierto era insostenible. Más allá de estas discusiones de cómo administrar la Facultad en sus dis- tintos quehaceres, creo que ésta es principalmente una comunidad, en don- de las personas indistintamente de su condición y del estamento a través del cual interactúan, se entregan a un solo objetivo, cual es formar más y mejo- res profesionales de la salud. En este sentido, la labor realizada por el perso- nal no académico, debería ser más apreciada y más estimulada. Al parecer cada persona tiene un destino. No puedo precisar en qué momento nace como una necesidad hacer mías las aflicciones y los anhelos de una comunidad. Entiendo que no sólo se trata de buena voluntad ni menos ostentar el título de dirigente. Tras de todo esto hay horas de desve- lo, de aprendizaje, conocer los reglamentos, actuar con respecto y claridad ante las autoridades, saber escuchar a nuestros asociados y poder resolver el camino a seguir. En mi trayectoria como dirigente, se podrán encontrar errores en los que involuntariamente he incurrido. Es posible que en mis largas interven- ciones, haya ofendido a más de alguna persona o autoridad, o tal vez a un compañero. Sin embargo no ha sido ese mi objetivo, sino muy por el contra- rio, mi verdadera razón de ser dirigente, es pretender que los funcionarios, trabajadores, en donde quiera que desarrollen su labor, sean respetados en su esencia como personas. Este objetivo, sólo requiere de voluntad para aplicarlo, porque no está sujeto a más o menos recursos, sólo basta enten- der que tanto empleado y empleador, se requieren y se precisan necesaria- mente. Si esto no se entiende así, los avances y retrocesos de la Institución, como también de nosotros mismos, estarán sujetos a interminables conflic- tos, que dañan en ge neral a todos por igual. En este andar, por supuesto que he aprendido de grandes dirigentes, como lo fue por ejemplo don Clotario Blest, que con su eterno overol repre- sentó a los trabajadores, con una honestidad y honradez muy escasa en es- tos tiempos, la misma de Manuel Bustos, un hombre sencillo que hasta el final de sus días, intentó primero como dirigente y posteriormente como Diputado, legislar a favor de los trabajadores. Otro gran luchador social fue Héctor Cuevas, un dirigente nacional de la Construcción, al que su lucha inclaudicable lo llevó al exilio y sólo pudo regresar a su país, a morir de una dolorosa enfermedad. En otro plano, quiero dedicar unas breves palabras, para recordar a una gran persona, que fue para todos los funcionarios de la Facultad, una espe- ranza de vida que se expresaba día a día, en la persona del Dr. Bernardo Morales. No recuerdo en qué circunstancias lo conocí. Al mirar hacia atrás, lo veo e n algunos de los auditorios inserto en lo que fueron las grandes movilizaciones nuestras, dando charlas de diversos tipos e intentando hacer 194
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