Huella y presencia (tomo III)

HUELIA Y l'RESI\NCIA 111 1973, ya que el golpe militar lo sorprendió como Presidente del Sindicato de Trabajadores de ese club. A partir de ahí y durante un buen tiempo, el trabajo nuestro, digo el de mis hermanos y el mío propio, fue un pilar fun- damental para que la familia saliera adelante, hasta que mi papá logró estabilizarse en una nueva actividad. En enero de 1981 ingresé a la Facultad de Medicina. En aquel entonces, el Decanato y la Administración funcionaban en dependencias del Hospital J.J. Aguirre. Me presenté ante el Profesor Carlos Muñoz Aguayo, quien era el Director del Departamento de Farmacología. El Dr. Muñoz me recibió con afecto, ya que fui recomendado por una persona cercaná a él y su pri- mera exigencia, fue que necesitaba una persona honrada, ya que yo reem- plazaría a un funcionario que había sido despedido y entregado a Investiga- ciones, por haber sido sorprendido vendiendo pruebas. Lo único que atiné a manifestarle, es que necesitaba trabajar y que iba a responder a su confian- za. Mi estadía en Farmacología ha sido muy grata. Tuve el privilegio de co- nocer a grandes maestros de la Farmacología, como por ejemplo, los Profe- sores Jorge Mardones, Sergio Guerrero, Mario Penna y el propio Profesor Muñoz, entre otros que podría mencionar, como la Sra. Natividad Riquelme, a quien le ayudaba en sus trabajos con ratas de experimentación y que me enseñó, los principios elementales, de cómo mantener y trabajar en un vive- ro que mantiene animales de laboratorio. La señorita Lilian Lighfoot fue mi primera Jefa. Ella era una persona enérgica, pero a su vez muy humana. En una oportunidad me hizo llamar a su oficina y me dijo en forma muy seria "Usted parece mirista... o se afeita o se deja barba". Ese fue el origen de la barba que hasta hoy mantengo. De la Srta. Lilian guardo gratos recuerdos, ya que fue mi gran ayuda en momen- tos de crisis. En una oportunidad en que escuchaba mis angustias por la carencia de un sueldo, me dijo "ten paciencia que ya saldrá tu nombramien- to, mientras tanto, guarda esta moneda de la suerte, que mientras la tengas, nunca te faltará una moneda en tu bolsillo" y se puso a reír de buena gana. Recibí la moneda que ella me extendió, comprendiendo el significado de su mensaje. Un gran cariño también, guardo a Rosita Ross, Anita Méndez y Margarita Albornoz, compañeras que aún permanecen en el Departamento y han sobrevivido a todo el proceso de cambio por el cual atraviesa la Facul- tad. Mi primera función asignada, fue la mantención del vivero. Me tomó poco tiempo aprender mi trabajo, porque además de ser novedoso, tuve muy buenos compañeros, algunos de los cuales ya se han ido de la Universi- dad. Entre ellos está Enrique Gormaz, un funcionario que según testigos, llegó de pantalón corto a la Facultad, ayudando a su padre quien también se habría desempeñado en ella. El maestro Zepeda, un carpintero del cual aprendí una gran cantidad de mañas y técnicas en la elaboración de mue- bles y mi gran amigo y compañero, Reynaldo González, que ingresó unos 188

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