Huella y presencia (tomo III)

PAGINAS DE UN DIRIGENTE Por Carlos Abarca c l';\tY/)0 Fl ' I INV/'J;\/)0 ,1 l'MU1Ul'M/ 1-:N "Hl 'l·.'U.A l' l'l/l·.'Sl·.'NCI,\" (Tomo 111), lo asu- mí como un gran privilegio y un verdadero regalo, del cual por cierto no e ra me recedor. Digo esto porque en mi calidad ele dirigente, me ha tocado co- nocer a parte importante de los funcionarios de la Facultad y la Universi- dad. He podido darme cuenta, cómo estos, e n forma casi anónima hacen su entrega, sin que nadie repare en la importancia d e su labor y cuando dejan esta casa ele estudios, lo hacen también en forma inadvertida, sin el más mínimo reconocimiento. Este es un tema que nos debiera preocupar, por- que guarda relación con la persona, más que con e l funcionario. Encontrar un método, que más que incentivar, reconozca a aquellos que se van de la Universidad, especialmente a los que ha n servido por un largo tiempo a la Institució n , humanizaría notoriamente nuestra labor funcionaria. Antes de hablar de mi estadía en la Facultad y cómo ésta me ha marcado en muchos aspectos de mi vicia, quiero refe rirme brevemente a mis raíces, ya que quizás en ellas, es tá n las razones del por qué me hice dirigente y en un lugar como lo es la Universidad, que por su sola razón, nos exige a quie- nes asumimos este rol, una actitud que esté a la altura de la Institución que represen tamos. Provengo ele una familia modesta y esforzada. Mi madre, quien se crió en el campo, realizando labores que son propias de una zona rural, es una mujer muy inteligente, humana e intuitiva. Siendo ella muy franca, no es ele la simpatía ele todos, pero por sobre aquellas cosas, mi madre es una gran mujer que tuvo la fortaleza de criar y educar a seis hijos. Con respecto a mi padre, debo señalar que desde muy j oven empezó a trabaja1· en el campo, segando trigo, avena, quemando carbón , cortando leña, en fin. Estas labores lo obligaban a salir de madrugada ele la casa, para regresar a media noche y volver a salir al otro día el e amanecida. En el cam- po no existían los festivos ni los domingos para el trabaj ador, ya que el único parámetro a respetar, era la salida y la puesta de sol. Parte importante de mi niñez la pasé en el campo, entre el sacrificio de mis padres y mi inocencia, que me impedía dimensionar el esfuerzo que ellos realizaban por sustentar una familia. Posteriormente é l se trasladó a Santiago y luego toda la familia también lo hizo. Después de realizar diversas labores, entró a trabajar e n el "Club de Polo y Equitación San Cristóbal", desde donde fue despedido e n 187

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