Huella y presencia (tomo III)

Para conciliar la medicina debo recoger los elementos de un arte que reco- nozco en mí pero que no es privativo mío. Sin concluir y por motivos personales que imponen una preocupación mía por lo colectivo solicito postergar temporalmente la culminación de mis estudios médicos. MUERTE DE UN ESTUDIANTE (toda muerte es una resurrección) En la escuela como mechón te enamoras de una compañera de curso. Al año te patean por uno de 5 2 • Te vas con una enfermera, o con quién sea. Sólo importa que no sea de medicina. Esta muchacha siempre es más bonita y mucho más buena honda. Cuando llegas a 5 2 un mechón se queda sin polola y tú vuelves al círculo vicioso de la medicina. Esa es la ley de la escuela. II Se dice que, en las catacumbas de la Escuela, existe un laberinto de pasillos que llega hasta La Moneda y que ahí se metían los alumnos cuando los milicos entraban a la Facultad. A punta de fusiles. La historia de los estu- diantes que fueron detenidos dentro de la Escuela y luego hechos desapare- cer no está escrita. Ellos eran como tú, estudiantes, y ahora están muertos. III Dono mi cadáver -el cuerpo exánime completo, con todo y olores-, no para resurrecciones artificiales, sino para la lección de anatomía. El instante ma- cabro en que el alumno se enfrenta al escándalo del ser humano y por una fascinación estética es ungido de su "medicidad": el respe to y la conciencia de lo humano. "El cadáver es rigurosamente honrado. En él se halla el ínte- gro recuento, la fiel retahíla de la experiencia vital. De la peculiar contrac- ción de un rostro y de sus miembros ateridos bajo el sopor del rigor mortis, se puede conocer las emociones de la persona que se valió de ellos. El cadá- ver es lo ineludible de ese ser y la muerte es e l negativo de esa vida". 179

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