Huella y presencia (tomo III)
DR. MAURICIO FERNÁNDEZ entristecerse cuando le comunicaron que todo el equipo de salud debía marcharse en pocas horas porque estaban ofreciendo l .000 dólares por la cabeza de cualquier occidental que pisara el territorio. No pude quedarme hasta el final tal como habíamos programado para mi estada porque era realmente peligroso. Me dio mucha pena salir antes de tiem- po y espero volver algún día. Creo que hay algo especial, casi adictivo, en ser parte de una organización como Médicos sin Fronteras. Ahí uno realmente se siente útil. Puedo decir que cada noche me iba a la cama satisfecho porque había cumplido algunas.metas, cosas simples como enseñar los cuidados post- operatorios, o a tomar la presión, la temperatura, el pulso o a explicar cómo se efectúa la limpieza correcta de los pacientes. Pudimos formar monitores, perso- nas que después estaban capacitadas para dar charlas al personal local. De igual manera, el hecho de haber atendido a estas personas, de llevarles cierta esperanza, me daba energía y me hacía feliz, señala. Hay que contextualizar el relato del doctor Fernández con algunos datos para hacerse una idea del país donde é l estuvo. Tiene una expectativa de vida de 45 años, está inmerso en una guerra civil y en estos momentos es controlado por fundamentalistas, los mismos que en marzo del 2001 se hi- cieron tristemente famosos por destruir gigantescas estatuas de buda talla- das en piedra, que se consideraban patrimonio de la humanidad. En el lu- gar donde trabajó el médico chileno no había agua potable, no se podían tomar fotografías, las mujeres debían estar totalmente cubiertas, por eso era muy difícil implementar un sistema para atenderlas. Asimismo, es una zona endémica de malaria, un área donde sobran las necesidades, pero que está llena de niños y adultos con derecho a ser felices y a progresar. Cuando se escucha hablar al doctor Fernández de este luga r tan lejano se nota que sinceramente lo recuerda con cariño. Entonces no queda más que ejercitar la empatía para tratar de entender por qué. Ayuda, sin duda, escuchar las inflexiones de su voz y observar sus ojos brillantes mientras relata historias ocurridas hace tres años, pero cuesta entender tanto coraje, tanta generosi- dad y tanta fuerza de voluntad. Creo que a mí me ayudó mucho haber encontrado formas para liberar el estrés. Aprendí a meditar, hacía ejercicios dentro del recinto donde estaba porque era peligroso salir al exterior, escribía bastante y leía las cartas que me enviaban cada vez que se podía. Además siempre estuve rodeado de un grupo de perso- nas que, aunque provenía de distintos países, supo superar las diferencias y ajiatarse muy bien. Por eso trabajamos muy unidos y compartimos largas con- versaciones que nos dieron ánimo en todo momento, agrega. Al preguntarle al Dr. Fernández cuáles son los requisitos para hacerse parte de un organismo tan importante como Médicos Sin Fronteras, y no 161
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