Huella y presencia (tomo III)
HUEl.lA Y PRE.SE1'CIA 111 conocimos y tuve la grata labor de apoyarlo en la presentación que ofreció al público. La tarea ahora emprendida también es muy reconfortante: relatar las experiencias de este médico formado en la Casa de Bello para que la memo- ria, siempre tan frágil , no las olvide. De esta manera Huella y Presencia III incluye las vivencias de un especialista que, a pesar de su juventud, es un ejemplo de vida, de los que desafortundamente hay pocos. Cuando uno le pregunta al doctor Fernández cuál es su palabra favorita, él se pone a pensar y dice que no se le ocurre ninguna. Sin embargo, tiene muy claro una que no le gusta en absoluto: "odiar". Tal vez esto tan simple resuma su forma de ser. No cualquiera va a Afganistán y arriesga su vida para ayudar a gente desconocida con una cultura tan distinta a la nuestra. No cualquiera siente que "debe devolver la mano por todo lo que ha recibido". No cualquiera tiene vocación de servicio y sólo está esperando el momento indicado para colaborar desinteresadamente. Lo más dificil de haber estado en Afganistán fue jmsenciar la guerra, vivir el estrés diario por los bombardeos, observar la pobreza, el hambre y el sin sentido de una violencia que uno no llega a comprender. Pero todo lo demás fue muy gratificante. Conocer personas distintas, tan inteligentes y dispuestas a apren- der, que afrontan la vida con una perspectiva tan valiosa como cualquier otra. Acercarse a sus costumbres, su religión y su manera de pensar. Todo ese aprendizaje tiene un valor incalculable, comenta. Pero la guerra no fue lo único que experimentó Mauricio Fernández en ese país durante 1998. También le tocó asumir un brote de meningi- tis, cólera, una epidemia de tos convulsiva y de sarampión, que significó vacunar en diez días a un millón y medio de niños, usando para ello cualquier tipo de transporte, incluidas las bicicletas, los jeep todo-terre- no y los burros. Ycomo si esto fuera poco hubo un terremoto grado siete que sepultó 186 aldeas y mató a 4.200 individuos. El movimiento telúrico obligó a que cinco profesionales de la salud se hicieran cargo de una zona equivalente en tamaño a la V Región. Trabajamos durante ocho días consecutivos sin parar. Teníamos que atender todas las emergencias porque el terremoto había sido devastador y la gente estaba aterrada. No sé bien cómo, pero salimos adelante. El trabajo en equipo de un grupo multiétnico logró cosas imposibles. Me di cuenta entonces que lo más importante era no agobiarse y creerse capaz, porque sí somos capaces de mucho más de lo que pensamos, agrega. Esa debe ser una de las claves de la personalidad del doctor Fernández. El tiene un mundo propio muy grande, muy profundo, que le da equilibrio, que no lo deja abatirse ni le permite ser negativo. Esa fuerza especial lo hizo 160
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