Huella y presencia (tomo III)

EL SERVICIO DE OFTALMOLOGIA DEL HOSPITAL CLINICO EN LOS TIEMPOS DEL PROF. JUAN VERDAGUER PLANAS Y LA ESCUELA DE OFTALMOLOGIA CHILENA Dr. Juan Verdaguer Tarradella D u11,wnc- MIS Tll,MI'os 111, 1-sn1 11.1Nn·: de Medicina de la Universidad de Chi- le, los alumnos elegíamos libremenLe nuesLro Profesor en una de las Cáte- dras paralelas que exisLían para cada una de las asignaturas, e lección que basábamos más en e l prestigio del Profesor que en la conveniencia geográfi- ca. Al llegar al 6 2 año, yo alumno de Medicina e n la CáLedra del Profesor Hernán Alessandri, me vi obligado a inscribirme en una de las CáLedras de Oftalmología. La decisión era difícil, por estar mi padre a cargo d e la Cáte- dra Extraordinaria en el Hospital José Joaquín Aguirre y mi inscripción en otra Cátedra podría tomarse como una falta de lealtad; sin embargo, fue el mismo e l que facilitó la decisión al recomendarme (u ordenarme) que me inscribiera con el Profesor Cristóbal Espíldora Luque, en aquel enLonces Profesor TiLular. Recuerdo la primera clase del Profesor Espíldora como si fuera hoy: El Profesor, alto, elegante e impecablemenLe vestido, de noble apariencia, hace su ingreso al viejo auditorio del Servicio de Oftalmología del Hospital d e l Salvador; de todas partes cuelgan láminas anatómicas. Pasa por primera vez la lista: al llegar a mi nombre, sin levantar la vista, dice : se equivocó de Cáte- dra, su padre es mejor Profesor que yo . Todos sabíamos que Espíldora e ra uno de los más grandes profesores de la Facultad de Medicina , pero Lam- bién, y lo descubriría en ese minuto. era un gran caballero, un hidalgo que hacía honor a sus ancestros españoles. Las clases de Espíldora eran de una claridad y ca lidad didácti ca inigualables. El, al igual que Charlín, había sido Profesor de Anatomía y las referencias a la anatomía ocular, facial y neuroanatomía eran constantes y enriquecían sus clases clín icas. El Profeso r Espíldora fue extraordinariamente benevolente conmigo en los pocos años que mediaron hasta su muerte en 1962. En una ocasión, al terminar de presentar yo un Lrabajo científico, modesto a mi entende r, en un Congreso Nacional de Oftalmología, se acer- có a mi padre y le dijo: "este muchacho lleva en su mochila un bastón de mariscal". Ese comentario, desproporcionado al mérito de la presentación, no es sino otra muestra del trato, caballeroso y respe tuoso en extremo, que existía entre estos dos Profesores de Cátedras paralelas. Ingresé en calidad de becado ad-honorem a la Cátedra d e oftalmología del Prof. Verdaguer Planas en 1958. Entre los ayudantes desLacaban el Dr. 139

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