Huella y presencia (tomo III)
DRA. SILVIA SF.GOV!,\ tadas para manejar no sólo las finanzas de su hogar sino también las de sus empresas. A pesar que en el último tiempo se ha avanzado mucho en cuanto a la incorporación femenina a la Sociedad, falta mucho todavía para que ella llegue a igualar la posición masculina, situación que deberíamos haber lo- grado al incorporarnos al nuevo siglo. Ello es más notorio en cuanto a la adopción de actitudes y al uso de lenguaje peyorativo, más que en la posibi- lidad de lograr determinadas posiciones. Esta es una tarea difícil de lograr en el corto plazo, ya que las actitudes y el uso de determinadas formas de expresión están ya muy arraigadas en la población. Por lo tanto, todos tene- mos que tratar de cambiar: nosotras mismas y nuestras parejas y la Sociedad entera tiene que modificar muchos esquemas para facilitar a las mujeres el desempeño de otras funciones que las tradicionales y para las cuales está actualmente preparada. Se debe entender que nuestro deseo de progresar no tiene la intención de Competir sino solamente Compartir porque como seres humanos tenemos el mismo derecho al desarrollo si nos esforzamos igual que nuestros compañeros. Según Elaine Morgan, antropóloga, la es- pecie humana tiene el inconveniente de llamarse "hombre", por lo cual siempre hay que recordar que la historia de la humanidad ha sido escrita por la "pareja humana" y no por un hombre o una mujer solos. Felizmente ya se ha comenzado a desmitificar algunos roles, existiendo más comprensión y colaboración en las parejas jóvenes que trabajan aseso- rándose mutuamente en las labores del hogar, sin que ello signifique que los varones son menos varoniles. Desgraciadamente, persisten todavía mu- chas circunstancias en las cuales se emiten conceptos que traducen la mani- festación de una supuesta minusvalía de la mujer. (Ej.: el uso del artículo al referirse a una mujer por su nombre de pila). Esta es, sin duda una costum- bre arcaica y esperamos que sea solamente un problema de educación o cultura. Pero lo que más llama la atención es la falta de reconocimiento y respeto que la Sociedad, en general, tiene para el rol biológico-específico de la mujer, cual es la procreación, siendo éste el rol fundamental para la supervivencia de la especie. Todavía, iniciando el siglo XXI, no existen las facilidades para que se pueda compatibilizar el desarrollo normal del emba- razo con la actividad que ellas desempeñan. Incluso se restringe la contrata- ción de mujeres en edad fértil y muchas de ellas tienen que demostrar que no están embarazadas al postular a diversos cargos. Estas observaciones han surgido a lo largo de mi desempeño como médi- co y en una especialidad como ginecología que me ha permitido el contacto permanente con mujeres de todas las edades y de todos los estratos socio- económicos. En mayor o menor grado, todas tienen inquietudes similares, entre las cuales destaca la inseguridad económica, sobre todo en aquellas que, por diversas causas, han sufrido la pérdida de la pareja proveedora (fallecimiento o separación conyugal). De allí que uno de los consejos más valioso para una mujer joven que proyecta abandonar o congelar sus estu- 135
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