Huella y presencia (tomo III)
Hl' ELI.A Y l'RléSE:\C:IA 111 ÜN PASAJ)O YOCHO lllOGRAFÍAS Todas las Escuelas de la Salud de la Facultad tienen un pasado, para algunas su historia es más lata, como Obstetricia, Medicina y Enfermería, para otras más breve, pero en ese pasado se sustenta su actual desarrollo y se explica en gran medida lo esencial de sus existencias. Para la consecución humana, en general, en cada época hay un punto decisivo, una nueva forma de estructurar la realidad y asegurar la coherencia del mundo que hace po- sible la evolución cultural; esto es lo que Bronowsky ha llamado "el ascenso del hombre". Las Escuelas de la Facultad son grupos humanos'lque han teni- do su propio ascenso, su particular desarrollo sobre la base de la riqueza imaginativa, la planificación de proyectos y la armonía entre las capacidades de cada una de ellas. Esto ha hecho posible su actual posicionamiento en la Facuilad y constituye per sé, una de las fortalezas de la institución. No obstante, enorgullecernos de nuestros triunfos actuales, como si ca- recieran de pasado y fueran la certeza del futuro, sería caricaturizar nuestro quehacer y desvalorizar el perfil de los marcos disciplinares que cada Escue- la ha construido. El progreso, la solidez y la proyección que cada una mani- fiesta en estos días obedece, sin excepción, a largos años de esfuerzo y de búsqueda de un espacio propio en el cual crecer, a una hermosa secuencia de logros intelectuales, culturales y afectivos que, en manos de un cúmulo de mujeres y hombres dedicados, se plasmaron en ocho realidades de inne- gable valor. El ser humano se ha preocupado desde sus orígenes por la salud. En todas y cada una de las organizaciones humanas, nómades o sedentarias, de oriente u occidente, "primitivas o más desarrolladas" ha habido individuos encargados de sanar, ya sea las afecciones del cuerpo como las del espíritu y en cada una de estas comunidades han ocupado un sitial de importancia y respeto, debiendo prepararse adecuadamente para ello. Lo anterior, en el entendido que se constituyen en depositarios de la confianza de los otros miembros del grupo, mismo gobernantes que esclavos: de ellos pende el hilo finísimo que separa la vida de la muerte, porque Dios o los Dioses guían sus manos para mantenerlo o cortarlo. Eso se ha mantenido a través de los siglos invariablemente y, en nuestros días, el desarrollo de la ciencia y la tecnología, el crecimiento socioeconómico de las naciones y el fomento de la educación ha permitido profesionalizar esta actividad humana diversificándola en áreas del conocimiento específicas. De este modo enfer- meras, médicos, matronas, fonoaudiólogos, nutricionistas, kinesiólogos, te- rapeutas ocupacionales y tecnólogos médicos, son algo más que profesiona- les producto de algunos años de estudio, son los responsables de cuidar el tesoro más valioso de la humanidad: la salud. Para cumplir con ese designio, las Escuelas de pregrado han construido su ascenso, su historia, en nuestro país fundamentalmente al alero de la Universidad de Chile. En el primer tercio del siglo XIX se observa, en Chile, una mayor pre- 120
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