Huella y presencia (tomo III)

DR. ARMA:-100 GoNZÁLEZ imágenes propias del Medioevo Europeo o singulares alas de mariposas gigantes agitadas al viento. Ellas poseían roles múltiples, bastante claros y que cumplían a cabalidad junto al personal de auxiliares, practicantes y empleados que les correspon- dían por sala. Por una parte tenían un rol administrativo en cuanto a la distribución de las ropas y utensilios médicos para la sala, así como la mantención del aseo de tales dependencias. Todo ello marchaba diariamente y muy bien, gracias a una disciplina rígida y estricta aplicada por ellas en todos sus actos. Simultáneamente actuaban como enfermeras, distribuyendo ordenada- mente los medicamentos por paciente, o practicando curaciones o efectuan- do determinadas maniobras de limitada u·ascendencia Pero la actividad más importante desplegada por las religiosas era la con- cerniente a la vida espiritual de sus pacientes, en particular de los graves, sirviendo así de enlace con el Sacerdote del hospital frente a una urgencia. Comprendimos el importante rol multifacético de ellas y su eficiencia desde todo punto de vista, pero su propia rigidez y disciplina las orlaba de un halo de frialdad y deshumanización que contrariaba la imagen que noso- tros suponíamos. Como se ha dicho, la Congregación estaba en el área hospitalaria, adya- cente a la Capilla del hospital con la cual comunicaba internamente. Por el hecho fortuito de pertenecer a la Residencia del hospital tuve ocasión de atender algunas emergencias producidas en algunas religiosas, lo que me granjeó su simpatía y confianza -gracias a lo cual- por varios años fui el médico a quien acudían en determinadas circunstancias. Ello me per- mitió vivir más de cerca algunas situaciones que están normalmente vedadas al resto de los mortales: por ejemplo, el alhajamiento mínimo de los dormi- torios, lo que sugería una vida ascética rigurosa, su vestimenta densa y larga, aún cuando estuvieran en cama, lo que dificultaba enormemente el exa- men del profesional médico que la atendiera, bajo estricto control por lo menos de la Madre Superiora y de otras hermanas. Como fue ocurriendo en todos los hospitales, lentamente estas servicia- les religiosas que por largo tiempo desempeñaron un rol fundamental, fue- ron siendo reemplazadas por las enfermeras universitarias, restando sólo algunas de ellas en determinadas secciones y bajo funciones específicas, como aún ocurre en la actualidad y en donde suelen aparecer como insustituibles por su competencia, lealtad y disciplina. BIBLIOGRAFIA l. Carretón Silva Alejandro. "La Cátedra de Medicina del Hospital San Francisco de Borja" Ediciones de la Universidad de Chile, 1945. Páginas 17-20. "Un mínimo de historia". 117

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