Huella y presencia (tomo III)
DR. ARMA~DO GONZÁU.Z sas a lo largo y a lo ancho de la metrópolis, y que dimos término así al sexto año, surgió para nosotros otr~ determinación no menos trascendente y para algunos definitoria en el futuro: las rotaciones del internado en las cuatro disciplinas clínicas básicas, para lo cual debíamos hacer la elección de los lugares acreditados en diversos centros docente-asistenciales en el Hospital San Vicente. Nuestra elección, fruto de múltiples conversaciones y de oír opiniones que circulaban en aquella época entre los estudiantes -las que se transmitían de generación en generación- influyó para que eligiéramos efec- tuar el Internado de Pediatría en el Hospital Calvo Mackenna (Prof. Anibal Ariztía), Obstetricia y Ginecología en el Hospital del Salvador (Prof. Víctor Manuel Avilés), Medicina en el Hospital San Francisco de Borja (Prof. Ale- jandro Carretón Silva), y Cirugía en el mismo hospital (Prof. Ruperto Vargas Molinare y Prof. Roberto Estévez). Fue así, a través de esa elección que for- malizamos con el Prof. Aldo Contrucci, Secretario de la Facultad y distingui- do internista y cardiólogo del Hospital San Borja, que volvimos al mismo vetusto hospital, pletóricos de entusiasmo y proyectos. De todos los que en esa elección participamos y que recuerdo, están Camilo Larraín Aguirre, Osear Mackenney, Fernando Durán. Mario Rojas, Abraham Grudsky, Rober- to Pichard, Abraham Drobny, Osear Peralta, Armando González Benedetti. Pocos o ninguno sospechó quizás la trascendencia del paso y el impulso directriz que para nuestro futuro tendría el lugar y los personajes e intérpre- tes de aquella época, comienzos de la cuarta década, hace justamente más de medio siglo. LA CAPILLA l)[I. HOSPITAi. SAN FRA~CISCO l)[ BORJA Al entrar al hospital por la puerta principal de la Alameda Bernardo O'Higgins (foto 1) uno podía admirar el hermoso parque ya descrito y al fondo se divisaba la estructura de la Capilla que ocupaba un lugar relevante. Al acercarse se podía admirar su delicada estructura; su tamaño adecuado, la pulcritud con que se la mantenía y el respetuoso silencio que inspiraba y que le rodeaba. La Iglesia fue inaugurada en 1876 por el Presidente Federico Errázuriz y el Arzobispo Rafael Valentín Valdivieso, era de estilo gótico muy parecida a la Saint Chapelle de París, así como el edificio del hospital que fue inaugu- rado el 17 de julio de 1859, también era de modelo francés (5) . Siempre me llamó la atención la finura de sus vitreaux que permitían la filtración coloreada de la luz esbozando delicadamente las diversas figuras religiosas que se transparentaban en ella. Más hermoso era para mi apreciación, el Coro, tallado finamente en maderas nobles, que se lucran en torno al altar mayor. Esculpido por orfebres de gran valía, nunca dejaron de concitar en mí la admiración y el profundo 111
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