Huella y presencia (tomo III)
HUF.LI.A Y l'RF.SF.NCIA 111 con el Profesor Carlos Monckeberg al Hospital del Salvador. Desde esa épo- ca, ninguna enseñanza oficial se escuchó en el viejo hospital. Bien es cierto que durante los últimos lustros numerosas Cátedras extraordinarias han sido mantenidas por su personal médico, que desde el hospital ha ingresado a la Universidad, lo cual ha dado a este establecimiento un especial prestigio. De nuevo sus aulas se han poblado de alumnos, como expresión de una de las condiciones del progreso y como testimonio de una constante renovación. La adopción de un nuevo sistema de enseñanza médica, los acuerdos parale- los del Consejo Universitario y de !ajunta Central de Beneficencia durante el año 1944, hicieron que de nuevo entrara el hospital a tom,ar parte en la enseñanza oficial impartida por la Facultad. Pero ahora se hará en una forma mucho más amplia y con significado aún mayor. En efecto, se inicia en este año de 1945 el primer curso de Medicina y de Cirugía dentro del hospital, y uno de los dos primeros cursos oficiales, de acuerdo con la nueva modalidad de la enseñanza médica que ha establecido la Universidad". Ya en el quinto y en el sexto año de la carrera, volvimos a efectuar casi todas nuestras actividades clínicas en el antiguo Hospital San Vicente pues- to que fuimos alumnos de los Profesores Ernesto Prado Tagle, Exequiel González Cortés y Ricardo Donoso en Clínica Médica y de los Profesores Alvaro Cavarrubias y Alfredo Velasco Sanfuentes en Clínica Quirúrgica, cu- yas cátedras se desarrollaban en ese hospital, al igual que Patología Quirúr- gica con el Profesor Fernando Opazo en tercer y cuarto año de Medicina. Pediatría la cursábamos en el Hospital Calvo Mackenna con el Profesor Aníbal Ariztía y Obstetricia nuevamente en el Hospital San Francisco de Borja, en la Maternidad, cuya dirección yjefatura de Cátedra era ejercida por el Pro- fesor Víctor Manuel Gazitúa. Era un curso pequeño de no más de 25 alum- nos, que además de las clases teóricas tenía gran actividad práctica por la mayor accesibilidad a los pabellones. El Profesor Gacitúa rápidamente conquistó el alumnado por la claridad de su exposición, que era precisa, expresada en un depurado lenguaje y con pe rfecta dicción. Gracias a esa capacidad, jamás requirió de un ambiente opresivo para cautelar la atención, pues ésta surgía espontáneamente entre nosotros mismos en un afán de no perder su admirable exposición y la tras- cendencia de los temas, cuyo dramatismo sabía exaltar. Tal fue su influjo, que a muchos de nosotros y por varios años, inclinó nuestra elección profe- sional futura hacia obstetricia. El acudir a las clases, nos permitía incursionar en el viejo edificio de la Maternidad, en sus salas de parto, los quirófanos, aulas y salas de estar de las alumnas, todo lo cual nos hizo captar, e l cómo, a pesar de la modesta condi- ción material reinante, el espíritu imperante en todo, incluyendo a los alum- nas e internas d e la carrera de obstetricia, era de sacrificio, abnegación y de servicio, con absoluto desinterés económico, toda la atención dirigida hacia la madre y el recién nacido. En la medida que cumplimos los requisitos d e las diversas Cátedras, difu- 110
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