Huella y presencia (tomo II)

Dr. SERGIO PUENTE Molinare, Orrego Puelma, Eduardo Cruz-Coke, Vicuña Herboso, etc. Corría la anécdota que el profesor Alessandri, interrogado sobre cuál era el mejor internista de Chile contestó, con ese tono caracte1·ístico de quienes tienen una excelente opinión de sí mismos, " ...mire, hombre... Armas Cruz es el que me sigue más de cerca...". Pero Armas Cruz no se detenía sólo e n la Medicina. De una cultura general amplia, dominaba la Historia Universal y Chilena, hablaba varios idiomas y, especialmente, rebasaba una especial simpatía, propia de los obesos, que lo hizo acreedor de acompañarnos, durante muchos años, a las reuniones de postgrado de nuestra promoción 52, en el Club de Campo del Colegio Médico. Eramos, para él, "su curso regalón", nos decía. Interesante fue el 5º año de Medicina, que nos ligó definitivamente al hospital. Pero mi pasada por cirugía marcó mi destino futuro. Tanto así que el Curso de Neurología no dejó huellas en mi naciente afición quirúrgica. El 6 2 año correspondió a Obstetricia-Ginecología y a Pediatría. Tuvimos dos profesores especiales: Monckeberg y Scroggie. Era el último año del profesor Monckeberg. Lo apodaban "el Faraón" y, tras 36 años de profesor del ramo, acusaba su cansancio. Lo vimos muy poco, pero su primera aparición fue espectacular, confirmando su apodo de "el Faraón". Ante un Auditorio lleno de alumnos aparecían, primero, sus ayu- dantes jóvenes, luego los de mediana edad, (todos cubiertos con largas capas), después sus Jefes de Clínica para, finalmente, hacer su aparición "el Faraón", de porte majestuoso e irradiando tal solemnidad que sólo faltaba la música de fondo de alguna ópera de Verdi. Debido a su larga permanencia frente a la cátedra, sus j efes de Clínica habían envejecido a su lado y ellos llevaron el peso del Curso, los Dres. Albertz y el "Macho" Puga. Pero recuerdo que los escuchaba con emoción cuando se referían al "orgulloso andar de la embarazada, con la especial hermosura de su rostro, que le confiere el embarazo...". En esa época esto lo tomaba como un fanatismo de los obstetras pero, a lo largo de los años, comprobé la exactitud de esa frase. Tuve mala suerte en que no me tocara subir al pabellón a participar en alguna operación cesárea. Yasí fue que, al día siguiente de dar mi Examen de Grado, viajé a un breve.reemplazo a Curanilahue, como único médico del pueblo minero. Yla primera y segunda noches hube de intervenir e n dos cesáreas con una demora desmesurada (6 y 5 ho1·as) ya que, como cirujano incipiente, ignoraba que no se ligaban los vasos al abrir e l útero. Fue el producto de no h aber visto siquie ra operar cesáreas. Felizmente eso hoy no sucede y los alumnos participan en numerosas cesá1·eas durante su paso por Obstetricia. Pediatría la dictaban la pareja Scroggie y Baeza Goñi. Al primero le agradecí mucho su buena preparación cuando tuve que prodigarme, en Curanilahue, preparando "Babeurre" yotras fórmulas de la época. Gantz nos había h echo, previamente, un Cursillo de Puericultura. 99

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