Huella y presencia (tomo II)

HUELLA YPRESENCIA expuestas, dos clases se destacaron. Una del profesor Velasco, relatando sus vivencias de Interno de Medicina de principios de siglo y otra de Mario Folch, un anestesiólogo humanista y de amplia cultura general. Nos explicaba el profesor Velasco que, a comienzos de este siglo XX, y ante la enorme mortandad en los hospitales a causa de la "gangre na de hospital", las personas adineradas preferían que las operaran "a domicilio". Para ello se elegía una pieza en primer piso, con ventana a la calle, y se estucaban, con cal, sus paredes, para desinfectarlas. Se elegía una mesa de madera angosta, para acercar a ayudante y se traía, desde el hospital, la caj a de instrumental que se esterilizaba con alcohol y una bolsa de oxígeno. Un asustado in terno oficiaba de anestesista y administraba e l famoso goteo de cloroformo "a la reina". Solamente cuando los "corcovos" del paciente cesaban (no existía aún la inducción anestésica) los cirujanos iniciaban la operación. Pero la a nestesia todavía era peligrosa, pues la dirigía el cirujano, según e l color de la sangre... Si la sangre tomaba un color violáceo había que disminuir, precipitadamente, e l goteo. Por lo que, a veces, se le pasaba la mano, en el goteo, al anestesista y e l paciente fallecía. Entonces el equipo abandonaba calladamente e l campo por. .. la ventana. De allí la exigencia de "ventana a la calle". Si non é vero é ben trovato... (=si no es verdad, a l menos suena bien ...). Muchas otras anécdotas contó y esa clase nunca la olvidamos. El doctor Folch nos anunció un tema de moda: la hibernación artificial. Los alemanes, durante la 2ª Guerra Mundial, experimentaron con sus prisioneros para combatir la respuesta del organismo ante agresiones exter- nas graves (el frío en Rusia, los gérmenes virulentos, etc.). Ello porque el frío hacía estragos en sus tropas durante la campaña en la Unión Soviética. Mediante un "cocktail lítico" y h ielo local inhibían la respuesta febril, la taquica1·dia, hipertensión, dolor, responsables de las muertes, manteniéndo- los "hibernados" artifi cialmente hasta que se extinguiera la agresión. Los médicos franceses, descubridores de estos anti-é ticos experimentos, lo aplica- ron a la Medicina con buenos resultados iniciales. Me sirvió la hibernación artificial en mi posterior desempeño en Arica, donde lo apliqué en eclampsias infantiles, hipertemias malignas y con tusiones cerebrales graves. Todo ello apoyado desinteresadamente por el Dr. Folch, desde Santiago. Aunque e l método se abandonó, sus drogas líticas (Largactil, Diparcol y Fenergán ) sirviernn de base a e ficaces medicamentos actuales. Pero nunca he olvidado la ayuda espontánea y altruista del Dr. Folch, un humanista excepcional. Aunque no fui alumno del profesor Rodolfo Armas Cruz, mis condiscí- pulos en e l Hospital del Salvador, que fueron sus alumnos en Medicina Interna, nos hablaban de su cultura médica lindante en las fronteras del saber de su época y con una capacidad docente apoyada especialmente en el diagnóstico diferencial, imprescindible para nuestro futuro desarrollo clíni- co. En ese entonces brillaban varios astros en e l universo médico chileno: Hernán Alessandri, Alejandro Carretón, Félix de Amesti, Ruperto Vargas 98

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