Huella y presencia (tomo II)

HUELIA YPRESENCIA presidenle. Esle año e l británico Bertrand Russell obtiene e l Nobel de Litera- tura lo que habla bien de la Academia Sueca que, en años pasados se lo han otorgado, con justicia, a W. Faulkne r, T. S. Elliot, A. Gide y H. Hesse. Pero no siempre acierta ya que el próximo aiio lo otorgará a un sueco desconocido y, en 1953, nada menos que a Churchill ... que lo único que escribió fueron las memorias de la Segunda Guerra, lo que no es mérito, pues él fue un protago- nista principal. Yeso no es creación. Los 5º y 6º aiios eran los ramos clínicos tan ansiados por todos. Se ingresaba al hospital, con su olor a remedios característico, y se circulaba entre personal vestido de blan co, con médicos de delantal y el fonendoscopio asomado en el bolsillo. Después averigüé que e l delantal había aparecido e n Europa sólo e n e l siglo 19, reemplazando la levita, pe luca y toga de los médicos antiguos. Cuando el personal auxiliar nos trataba de doctores se nos inflaba el pecho y tratábamos de relegar a l olvido los años bá~icos y preclíni- cos, olvidando que esos años nos permitirían entender el mecanismo íntimo de las e nfe rmed ades que íbamos a estudiar. Nos dividieron en dos grupos: unos en el Hospital del Salvador, con la pareja de profesores Armas Cruz y Alessandrini. Y nosotros en el Hospital de San Vicente de Paul con la pareja González Cortés y Velasco Sanfuentes. Esta etapa es la que más se recue rda, pues hay una convivencia más íntima con el equipo de médicos. Yun contacto directo con e l enfermo, nuestro principal motivo. El profesor de Medicina, Exequiel González Cortés, tenía la tez morena del hombre de campo. Como que era además, agricultor, con un fundo en San Vicente de Tagua-Tagua. De vigorosa contextura, reposado, más bien quitado de bulla y con mucho sentido del humor, sus astutos diagnósticos le habían valido el apodo de "El Zorro". En una época e n que sonaban los nombres de otros próceres de la Medicina Chile na: Hernán Alessandri, Alejandro Carretón, Monckeberg, Vicuiia Herboso, Balmaceda, Vargas Moli- nare y Covarrubias, todos ellos apellidos de alta alcurnia, González Cortés aparecía como un campesino más bie n ladino. Pero este zorro "se las traía": había viaj ado a Europa donde estudió con los franceses Dieulafoy, Landouzy y Widal. Ya Alemania, donde estuvo con Ehrlich y von Bergman. Por lo que era un huaso que dominaba el francés y alemán. Era, al decir de GaITetón, parco en hablar, de clara inteligencia y razonada experiencia. Y de una humildad ejemplar, yo agregaría. Un compaiiero nuestro, Alvaro Plaza, tuvo una anécdo ta que lo retrata de cuerpo entero. Llegó Plaza muy temprano al hospital, pues tenía que presentar un enfermo , en la clase de esa mañana. En la sala necesitó tomarle la presión al paciente y solicitó un aparato al mozo que pasaba por ahí. Este se lo pasó solícitamente, por lo que Plaza le agradeció con un "¡gracias, negrito.. ! Una vez en el aula entra e l profesor González Cortés a dictar la clase y, a Plaza, se le pararon los pelos de punta... El "negrito" que le h abía pasado el esfigmomanómetro no e ra sino el mismísimo profesor González Cortés, quien le dedicó una bondadosa sonrisa... 96

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