Huella y presencia (tomo II)
Dr. SERGIO PUENTE autopsia, observó a una alumna que h acía abandono de la sala de auto psias. Rápidamente hizo un juego de palabras, mirándola fúamente: .. "p'a qué te vas, culo nervioso... ". Lo cierto es que gozaba de mucho prestigio entre sus pares, por· lo que se le aceptaba todo. Por eso es que, en una ocasión en que autopsiaba un cadáver con diagnóstico de tifoidea, enviado por e l profesor Balmaceda, Croizet preguntó, con su gran vozarrón... "¿quién p alpó este bazo... ? Y el pulcro profesor Balmaceda, allí presente, contestó... me pareció palpado, profesor...". A lo que Croizet le lanzó un bazo, de apenas unos 15 cm, diciéndole: ...¡Aquí tiene su porquería de bazo... ! Lo que mereció sólo una mirada comprensiva del educado profesor Balmaceda. El profesor Neghme era el polo opuesto. Alto y gordo a la vez, su rostro, tras unos gruesos lentes, era mezcla de mapuche y de oriental. De modales suaves y de una enorme energía, enmascarada en una modestia legítima, dirigía un equipo que se mimetizaba con él. O más bien con la especialidad. Se decía que todos tenían "cara de vinchucas" : el Dr. Faiguenbau, el Sr. Silva. el Dr. Agosín, é l mismo, etc. Fue el primer profesor que nos hizo salir de las murallas de la Facultad para recorrer escuelas y poblaciones para hacer encuestas parasitológicas de deposiciones. Su vitalidad me atraj o enorme- mente. Por ello, ese diciembre de 1948, cuando se incendió la Escue la de Medicina, sus alumnos nos comprometimos a trabajar, durante el próximo verano, para recuperar e l numeroso material perdido. Promesa que sólo cumplimos religiosamente unos pocos condiscípulos: Sch enone, Meneses, Artigas y yo. Los mismos que continuamos como ayudantes de la Cátedra por algunos años. El profesor Neghme era muy conocido en Latinoamérica y los Estados Un idos, donde él dictaba cátedra. Personalmente y a través de su Boletín de Parasitología. Es que la Parasitología florece, desgraciadamente, en los pue- blos subdesarrollados. A medida que un país sale del subdesarrollo, la Parasi- tología languidece hasta desaparecer. Después llegó hasta el Decanato y, con la Reforma Universitaria, renunció y actuó en Brasil donde volvió a brillar con luces propias. El p rofesor Enrique Egaña, de Fisiopatología, tenía fama de ser un "sabio loco". Ello puede deberse a que fue "joven" hasta e l final de sus días. Yser siemprejoven, para algunos, significa alteración mental. Padre de una fami lia bien situada económicamente, él murió pobre. Al igual que Claude Bernard, su guía espir itual, llevó su cama al laboratorio dedicándole todos sus esfuer- zos. Felizmente sólo en eso imi tó al gran Bernard, pues su mujer no lo abandonó ni se convirtió en su peor enemiga, como le sucedió a Bernard. Pero la estrella de este año era, sin duda, Cruz-Coke, profesor de Química Fisiológica. Lo precedía su fama de haber sido candidato a la Presidencia de Chile, donde fue presentado como "el iluminado", perdiendo frente a Gon- zález Videla. Pero, además de político, era un científico de renombre inter- nacional. Por lo que nos sentíamos importantes de tener un profesor de esa 93
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=