Huella y presencia (tomo II)
HUEI.IA Y l'RESI\NCIA Escuela Dental, algo que muchos hacían , como medida precautoria en caso de no quedar aprobados en Medicina. El I cr año no difirió mucho de los años del Liceo. Sólo que debíamos estudiar cada uno en su casa. Aunque ten íamos cinco ramos básicos: Embrio- logía Química y Física Médica, los ramos más importan tes nos parecieron Anatomía Descriptiva y Biología. La Cátedra d e Anatomía la servían dos profesores paralelos: Gustavo Jirón y Adolfo Escobar. Ya se empezaba a abandonar el mítico Testut, por lo que el profesor Escobar nos indicó utilizar e l Rouviere. Mi amor propio, despertado en el Liceo, me indicó que tenía que ser el prime ro del grupo. Así que, temprano cada lunes, miércoles y viernes, estu- d iaba "aperrado" la preparación de Anatomía en el Rouviere y... en el Testut (con ambos esperaba profundizar más aún mis conocimientos). A mediodía venía la segunda lectura, esta vez anotando , e n " torpedos", el ibrdenamiento de la pre paración a disecar. Ya almorzado, iba repasando por tercera vez el tema, durante el largo viaje del carro 19, Parque-Cementerio. Pero, una vez frente al ayudante, se me borraba todo lo que había estudiado con tanta reiteración. Y quedaba en blan co. Demoré largos meses en aprender a asimilar este estudio, que abarcaba varios cientos de nombres totalmente desconocidos para mí. Para las disecciones debíamos aperamos de un modesto set de instru- mental (pinzas quirúrgicas y anatómicas, bisturí, tijeras y gubia), pero, para nosotros, ello constituía todo un arsenal quirúrgico de un verdadero cirujano. En esa época la Morgue disponía de suficien tes cadáveres para disecar. Pe rtenecían a mue rtos que no tenían familiares que los reclamaran. Se guardaban en cámaras frigoríficas y, como estaban desnudos, nos acostum- bramos a su compañía. Años después, en clases de Medicina Legal, e n que el cadáver estaba aún vestido, nos sentimos impresionados pues la vestimenta nos recordaba que ese ser estuvo vivo, como nosotros, el día anterior. Había relatos de a lumnos de cursos superiores que an t iguamente, cuan- do faltaban cadáveres, se acostumbraba a hacer escapadas nocturnas al Ce- menterio vecino para comprar, de los sepultureros, trozos humanos para disecar. Incluso se supo de un alumno que viajaba en un carro y que portaba huesos humanos para su clase de Anatomía. Estos se le cayeron con el espanto consiguiente de los pasajeros. Fue a parar a una comisaría donde tuvo que dar muchas explicaciones para quedar libre. Muchos años después me en teré que este robo de cadáveres tenía ante- cedentes europeos. En la primera mitad del siglo 19 existió un destacado cirujano inglés, Sir Astley Cooper, conocido por su elegancia y acuciosidad al operar, pese a no existir todavía la Anestesia. La fascia de Cooper, el ligamen- to de Cooper y la he rnia de Cooper son tres e pónimos que lo recuerdan . Apasionado por las disecciones anatómicas, fue el campeón de la "compra de cadáveres" a los tristemente llamados " resurreccionistas", unos rufianes a los que Cooper defendía, incluso con su propio dinero. Ello porque e l saqueo de 88
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