Huella y presencia (tomo II)

Dr.JORGE MARDONES Universitario podía hacer cualquier cosa, menos cambiar el sexo de un ser humano. El análisis de la gestión de Juvenal Hernández es tarea de historiadores. Personalmente sólo puedo rendir información de testigo en algunas de sus actuaciones. En su homenaje -y en homenaje también a la brevedad- relataré sólo dos o tres de ellas que me correspondió conocer de cerca. Desde luego, creo no equivocarme al decir que la meta general de su acción como Rector, fue incorporar a las tareas de la Universidad todas las expresiones de la cultura superior, incluidas por supuesto, todas las ciencias y todas las artes. Tal vez el primer asunto en que supe de la participación del Rector Hernández, fue en la creación de la cátedra de Farmacología Experimental en la Facultad de Medicina. Debo explicar brevemente por qué me interesaba el asunto. Como lo dije al hablar de la creación del Instituto Sanitas, una idea largamente acariciada por Cruz-Coke, era de poder producir· medicamentos en el país a partir de las materias primas. A la vuelta de un viaje a Europa llegó convencido que eso no era posible si no se desarrollaba la farmacología experimental. Me pidió que orientara mi formación en ese sentido. Esto era posible porque esta disciplina había surgido, en las distintas universidades, de la fisiología o de la química fisiológica. Acepté con gusto esa petición porque ya había notado como alumno de la clase de Terapéutica del profesor Emilio Aldunate, la falta de bases químicas y fisiológicas en la enseñanza de esta disciplina. Las clases del profesor Aldunate eran excelentes; pero esa era la forma tradicional de enseñar esa disciplina. En 1932, siendo Decano de la Facultad el Dr. Armando Larraguibel, y Cruz-Coke, el Secretario, se prodtúo la jubilación del profesor Aldunate. En esas circunstancias la Facultad de Medicina acordó proponer al Consejo Universitario la transformación de la cátedra de Terapéutica en Farmacología Experimental. Esta idea tuvo entu- siasta acogida por parte del Rector, y el Consejo la aprobó por unanimidad. Para servirla se contrató al Dr. Car] Van Eweyk, privat dozent de las universi- dades alemanas. En ese entonces el que habla se preparaba para optar al título de Profesor Extraordinario de esta disciplina, lo que obtuvo a fines de 1936. No es mi intención hacer ahora la apología de esta disciplina, pues es lo común que un profesor considere que la materia que enseña es la más importante. Pero me parece oportuno decir que el gasto mayor de la huma- nidad en bienes de consumo está constituido por los alimentos, y el segundo lugar lo ocupan los medicamentos. La polémica que ha surgido a propósito de las patentes -a la cual tampoco quiero referirme aquí- da la razón al proyecto de Cruz-Coke, el que confío que algún día se haga realidad. Juvenal Hernández, al apoyar la creación de esta cátedra, sabía bien que se trataba de desarrollar en el país una disciplina básica que hacía falta. Otra actitud del Rector Hernández de la que tuve conocimiento directo, fue la que tuvo con ocasión de la incorporación el Instituto de Educación 83

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