Huella y presencia (tomo II)

HUELLA YPRESENCIA 11 En el mundo tecnológico en que estamos viviendo, la formación de la mente cienúfica en toda la población es esencial para el desarrollo del país. Hoy día un país no progresa, cuando sus habitantes úenen la mentalidad de colonos, que creen que todo les ha de venir de la metrópolis. Y eso será siempre así, si la masa de la población cree que la ciencia es una especie de magia, cuyos secretos no conoce, ni podrá nunca conocer. Recuerdo haberle dicho a un académico que estaba a punto de ser Ministro de Educación: El Ministro que obtenga que en cada liceo - sin excepción- haya laboratorios de física, química y biología, y profesores que los sepan manejar para enseñar las ciencias como se debe, hará, para el progreso tecnológico del país, mucho más que si se promueven muchas escuelas llamadas técnicas que enseñan con tiza y pizarrón. En una oportunidad sostuve con cierto escándalo - y lo seguiré sosteniendo- que no enúendo por qué nuestros emp¡esarios indus- triales se han preocupado primero de dotar a los liceos de bibliotecas y no de laboratorios. Las bibliotecas son necesarias; pero, en lo q ue a ciencias y tecnología se refiere, sin el laboratorio de nada sirven. Son el instrumento esencial de la li teratura y de la historia; pero un hombre con cultura sólo literaria e histórica es tan trunco en su formación, como lo es el científico que ignora la historia, la literatura y las artes. ¡Cuidado con creer que una computadora reemplaza a un laboratorio! La computadora muestra en la pantalla lo que alguien le puso adentro, no ilustra acerca de la manera como se conoce la realidad, que consútuye la esencia del pensamiento científico. El experimento muestra cosas inesperadas, reales, que nadie las puso ahí. El planear y realizar experimentos, aun sencillos, forma el pensamiento cienú- fico. Lo otro consigue, a lo sumo, una erudición enciclopédica, que por esencia no es creadora en ciencias ni en tecnología, y por consiguiente, no es susceptible de generar progreso. VUELVO A TOMAR EL H ILO. Mis compañeros de colegio, que sabían que tenía cierta habilidad matemáú- ca, siempre se han preguntado por qué no estudié ingeniería. Siempre me interesó la biología, porque la veía con más incógnitas que resolver. Yya había aprendido que el placer que da la ciencia es precisamente el resolver incóg- nitas. Después he aprendido que, además, porque uno sabe que la solución de las incógnitas que se presentan en la exploración del mundo que nos rodea, enriquece el patrimonio de conocimientos de la humanidad, no sólo el de uno mismo. Por eso entré a la Escuela de Medicina. Allá me encontré con un ambien- te impresionante. En ese entonces las clases de los primeros años eran dictadas por los profesores más eminentes de la Facultad. Entre e llos, dos distinguidos profesores europeos, que se incorporaron a Chile en cuerpo y alma: Juan Noé y Federico Johow. Ellos fueron mis profesores de lo que 76

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=