Huella y presencia (tomo II)

HUELIA YPRESENCIA 11 desea saber. La literatura empieza a volverse familiar, los nombres se repiten. Se configura una suerte de panteón privado de grandes personajes. Descubrir un iniciado es un bien de los dioses. Se puede compartir la jerga avanzada, se entienden las alusiones sutiles, se pertenece en suma a una cofradía invisible basada en el saber. Pocas veces se experimentan placeres mejores en la vida académica que cuando el propio trabajo es objeto de análisis por otros. Encontrarse citado, así sea para refutar lo dicho o para rectificarlo, es sin duda una fuente de satisfacción. Si algo caracterizó mi trabajo en la Facultad de Medicina fue su relación permanente con el estudio del comportamiento. El comportamiento -o conducta- es un fenómeno de interfase. Es algo que acontece entre dos entidades, una llamada organismo o individuo, la otra de~ominada am- biente o entorno. Extremando los términos podría pensarse que es un término de extensión amplia, casi ilimitada. De la conducta se formulan muchas preguntas: su causa, su origen, sus cambios, sus efectos. Como otros estudios empíricos, las herramientas determinan e l pensar. Quien trabaja bioquímicarriente recibe respuestas bioquímicas. Quien estudia potenciales eléctr icos supone que ellos guardan claves valiosas y predicti- vas. Aquellos que investigan el comportamiento motor manifiesto buscan sus regularidades explicativas. Los procesos cognitivos involucran todos los ne- xos, reales, figurados y supuestos, que interrelacionan causas con efectos y sus influencias moduladoras. La Unidad de Psicofisiología que fundé y dirigí durante muchos años en la Facultad de Medicina fue el punto de encuentro de personas muy diversas. Animaba el trabajo la noción de la "tríada psicofisiológica", constelación de dato fisiológico, conducta manifiesta e interioridad subjetiva que acompaña todo estudio del comportamiento cuando es integral. En el laboratorio se investigaban potenciales eléctricos de la corteza cerebral (potenciales evoca- dos), pero también se realizaban estudios perceptuales, entrevistas biperso- nales, registro de las expresiones verbales, análisis del comportamiento no verbal. Salieron de esos estudios líneas de estudio que probarían su robustez ante los avatares del tiempo. Todavía hoy seguimos trabajando con los méto- dos de análisis de la conducta verbal que generaciones de estudiantes apren- dieron y usaron para cuantificar ansiedad, hostilidad, depresión y deterioro cognitivo en numerosos grupos de personas sanas y enfermas. Hubo, como es natural, líneas que no fructificaron. Pese al interés y al entusiasmo, no desarrollamos más extensamente las propuestas de la etología para el trabajo psiquiátrico, las que, sin embargo, dieron pábulo para más de algún curso e inspiraron alguna que otra tesis. Los estudios cronopsicomé- tricos, empleando instrumentos de autoevaluación del ánimo y del impul- so, aunque encontraron interesantes expresiones y dieron lugar a activa correspondencia con investigadores en diversos países, fueron entregados 62

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