Huella y presencia (tomo II)
HUELLA YPRESENCIA 11 en entrenar conejos y monos ardilla a quienes previamente implantab, electrodos de plata clorurada en la corteza cerebral. El proceso era laborios< y no siempre entretenido. Se inve rtían muchas horas y se sacrificaban mucho: fines de semana. Me recuerdo en un microbús viajando por la ciudad a la hor; del almuerzo para h acer mi trabajo, guardar los animales y volver al hospita para los ingresos de la tarde. Cuando me recibí de médico, sabía que me d edicaría a la investigación Ya había publicado mis primeros trabajos en revistas prestigiosas. La úniG duda estribaba en si lo haría sólo en una ciencia básica o si, reconociendo m vocación médica, lo haría además en el campo clínico. Como he relatado er una entrevista con el Dr. Renato Alarcón para su historia de la psiquiatríc latinoamericana 1 , me parecía inconcebible la práctica de las disciplinas clíni cas sin el aprendizaje intelectual de la formulación rigurosa eq el laboratoric y terminé abordando ambas actividades en forma sucesiva. Recuerdo con especial afecto mis años de docente del Departamento de Fisiología y Biofisica. Hice de todo: seminarios, trabajos prácticos, clasei teóricas, preparación de apuntes, coordinación de cursos. Solía rubricar lai lecciones del curso anual para los estudiantes de medicina con charlai dictadas por invitados, quienes debían ilustrar a los alumnos sobre las impli- caciones de sus estudios. Así se publicaron los libros Fisiología como cienciG aplicada y Fundamento fisiológi,co de la medicina 2 , basados en esas conferencias. Paralelamente, estudié algunos cursos de la licenciatura en historia que entonces impartía e l Departamento de Estudios Humanísticos de lo que fue la Sede Occidente de la Universidad de Chile en Santiago. Cuando partí a Heidelberg, en 1975, me inspiraba el deseo de perfeccio- nar lo que era programa personal: una formación mixta, que combinara el trabajo empírico e n las ciencias con una formación clínica exigente. Había iniciado mis trabajos en psiquiatría con e l doctorJuan Marconi, quie n había sido mi profesor. Escogí Heidelberg por la presencia, en esa ciudad, de una poderosa escuela de pensamiento médico asociada al nombre de Viktor von Weizsácker, con cuyo sucesor y discípulo, Paul Christian, tuve el privilegio de trabajar e n el Institut für allgemeine klinische Medizin. Heidelberg significó el contacto con una tradición substantiva no limitada por barreras disciplina- rias, y realicé con entusiasmo estudios de historia medieval y de historia de la medicina, participé en los trabajos del Departamento de l profesor Hubert Te llenbach en psiquiatría y me vinculé a la Clínica Psicosomática de la 1 Cf. Alarcón R. Identidad de la Psiquialria Lalinoame,icana. México, Editorial Siglo XX, 1990. En este libro, Alarcón desarrolla un análisis de la psiquiatría norteamericana tomandocomo base entrevistaS a 29 representantes de la disciplina, conducidas a lo largo de muchos años. A cada emrevistado se le solici tó su opinión sobre su propio desarrollo e inserción en la tradición del continente. 2 Lolas, F. La Fisiología como Ciencia Aplicada. Editorial Universitar ia, Santiago, Chile, J 984; Lolas, F; Vargas, L. Fundamento Fisiolágico de la Medicina. Ediciones de la Universidad Católica de Chile, San tiago, 1986. 58
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=