Huella y presencia (tomo II)
HUELLA YPRESENCIA 11 Muchos debieron seguir en sus cargos de profesores porque era imposi ble reemplazarlos por académicos o funcionarios idóneos, mientras otro: fueron expulsados por razones de carácter político. En esa época mil veces me preguntaba si sería posible mantener la vid, académica en todos sus aspectos: docencia, investigación y extensión. Los l 'i años me demostraron que era posible, porque nuestra Universidad tiene un espíritu interior de tal fortaleza, que nadie ni nada podrá destruir. Las publicaciones científicas, las actividades docentes y de extensión se mantuvieron, como si hubiera existido un tácito acuerdo de mantener su a lma intacta, fruto de una adhesión espiritual muy íntima hacia la que constituía nuestra Casa. Esto explica mi problema de conciencia, cuando en el año 1980, se me pidió asumir el cargo de Director de la Escuela de Medicina. Desgraciadamen- te esta designación coincidió con el Decreto sobre Universidaáes, que impli- caba especialmente para nuestra Facultad el término con las cuatro vicerrec- torías de la Universidad de Chile en Santiago, y por lo tanto fusionaba las cuatro Facultades de Medicina en una sola Institución. Creo que, al observar las necesidades de salud de nuestra población, la insuficiencia de especialistas y posteriormente la creación de nuevas Facultades de Medicina, me han llevado a pensar que uno de mis errores fue haber aceptado esta designación•. Sólo tranquilizaba mi conciencia la razón que no existía la posibilidad de modificar el mencionado Decreto, que aún después de 9 años de autonomía nadie ha tenido la capacidad de derogarlo. En esta ocasión quiero expresar lo que para mí significó despojar de su autonomía a grupos que habían alcanzado un elevado nivel científico y académico. A ellos les pido comprensión; pero lo único que constituyó mi guía, fue mantener la personalidad científica de cada uno de esos grupos. Nuestra Facultad vivía momentos difíciles, el justo movimiento estudian- til, la intervención de las Fuerzas Armadas en nuestros locales produjo la toma de la Facultad por los estudiantes. Sospresivamente recibí un llamado del Prorrector, Marino Pizarro, solicitando mi intervención. Acudí esa noche y pude conversar con los estudiantes, en un ambiente tenso que se abrió a un diálogo indicador de la madurez que ya conocía por mi continuo ejercicio de la docencia, el cual finalizó con la entrega del local de la Facultad. Señalo este incidente en mi vida universitaria, porque posteriormente fui designado Vicedecano de la Facultad y pocas horas después Decano, por renuncia del titular, mi amigo Dr. Patricio Donoso. En la intimidad de mis pensamientos y concordante con la imagen de una Universidad autónoma, me propuse contribuir, en colaboración con la comunidad de académicos, alumnos y funcionarios de la Facultad, a realizar un programa que permitiera recuperar esa autonomía de nuestra institución y obtener la participación de ellos en su progreso. Debo reconocer que gracias a un Rector Designado, Don Roberto Soto Mackenney, su comprensión de la realidad de nuestra Universidad y el apoyo 52
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