Huella y presencia (tomo II)

Dr. RAÚL ETCHEVERRY de la cefalea, permitía -por el estudio de sus alteraciones citoquímicas- sentar un pronóstico. Un recuerdo, el más triste que guardo de la epidemia, fue la muerte de mi compañero y mejor amigo Luis Castillo Oyanedel (Aramis). Falleció al quinto día de una forma grave de tifus exantemático con compromiso menin- go-encefalítico. Se contagió en una visita domicilia1·ia a una población callam- pa de las laderas del cerro San Cristóbal. Era también poeta, y durante los breves días de su enfermedad escribió unos versos respecto a la forta leza de su corazón, que Losada y yo habíamos puesto en duda. Otra cruz en mi camino. La parasitización solía ser tan intensa que a menudo, al dar vuelta la solapa de la chaqueta de estos enfermos, los piojos (de la ropa: Pediculus vestimentz), formaban un mosaico que ocultaba la tela. La recepción de los pacientes incluía la desparasitización y un baño con manguera, que no siempre e l paciente superaba. Uno de cada d iez fallecía en la ducha, por falla suprarrenal o cardíaca. Pero no se podía prescindir de ella, por la elevada parasitización. La ropa se esterilizaba en el ciclotrón. Iba como girones, volvía como encajes. A menudo debía ser sustituida por un buzo nuevo. La protección (un gorro y un buzo ce1iido al cuello a ras del pelo y en ambas muñecas y tobillos) era muy relativa, pues los piojos -en el Hospital de Emergencia Cazadores- debido al hacinamiento de enfermos, habían sentado plaza en las camas y en las paredes y solían, por un dermatropismo selectivo, ubicarse en el estrecho espacio del cuello no recubierto por el buzo. Unas semanas después de terminada la epidemia, esperando moviliza- ción en la calle Salvador, frente al hospital, fui testigo de la siguiente conver- sación entre un barrendero municipal y un amigo: "Sí, estuve como un mes en este hospital con tifus. Sólo recuerdo que un joven con delantal blanco me metía todos los días una aguja larga por el espinazo. La de escobillanazos que le daría si lo viera" (sic). Aunque era muy dificil que me reconociera y más aún sin delantal, porque la mayoría de los tifosos graves no guardaban ningún recuerdo de su enfermedad al recuperarse, prudentemente me alejé. Mi tesis para optar al título de médico-cirujano: "Tifus exantemático. Estudio clínico, del hemograma ydel LCR", resultó muy extenso: 152 páginas escritas a máquina, &00 pacientes: hombres, mujeres, adultos y niños. En 85 adultos se practicó exámenes hematológicos y LCR, repetidos en e l curso de la enfermedad. Se incluyó además varios gráficos de las alteraciones de LCR, con proyección pronóstica. Fue aprobada con distinción máxima por los profesores Exequiel González Cortés, Eduardo Cruz Coke y Alejandro Carre- tón Silva. Dudo por su exte nsión que alguno de e llos la haya leído. Por el mismo motivo se publicó sólo un resumen de ella con las investigaciones de laboratorio. Buscando bibliografía sobre el tema, encontré una publicación del Dr. Arturo Atria Osorio: "Historia del tifus exantemático en Chile", referente a 31

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