Huella y presencia (tomo II)
HUELLA YPRESENCIA 11 actualmente tienen lugar las reuniones de anatomía patológica, tenía un ventanal hacia el patio de la caldera, ahora asfaltado, un mesón y un micros- copio monocular. En ella procesaba las muestras de sangre y de LCR, a media noche. Sólo sombras y silencio. Una noche mientras trabaja al microscopio, sentí unos golpes suaves, rítmicos en el ventanal. Pensé, el viento, y seguí mi labor. Al minuto, nueva- mente los mismos golpes, algo más fuertes ¿ilusión, fatiga mental por inani- ción, debido a mi régimen alimentario? Suspenso, inquietud... por tercera vez, igual; pero ahora en la puerta. Tensión, temor. Pocos momentos antes había estado haciendo punciones raquídeas en el depósito vecino. Abrí la puerta y encandilado por la luz del microscopio monocular, sólo entreví sobre el fondo oscuro de la noche una gran figura blanca, fantasmal que se abalanzó con un grito gutural. Tuve casi un síncope y me derrumbé. El fantasma me sostuvo. Era el Dr. Gustavo Maturana, cirujano / esidente del hospital que hacía la última ronda del día. Por muchos años, hasta que nos dejara para siempre, al encontrarnos en los corredores del hospital, un guiño y una sonrisa socarrona, recordando su travesura. A pesar del susto que me hizo pasar esa noche lo recuerdo con cariño y gratitud por haberme "escamoteado" el apéndice durante mi inter- nado sin dejar cicatriz... ¿precursor de los monjes de Brasil? Cada amigo que se va, se lleva algo de nuestra existencia compartida, por ser parte de nuestro mundo. Durante mi internado en la Maternidad, varias veces recibí una llamada telefónica en los mismos términos: "habla Belmar, el practicante (que será de él ahora). Doctor, ve nga rápido, e l paciente de la cama tal o cual está agonizando o se acaba de morir. Tengo la jeringa lista con adrenalina". Danielopulo, en Serbia, la empleó para resucitar a los tifosos, ocasionalmente con éxito. Nosotros la pusimos en práctica, igual que el sueño de convalecien- te por vía intrarraquídea, para los enfermos semicomatosos. Los pacientes que fallecían en los primeros días de la enfermedad con franco compromiso del SNC, en la autopsia tenían sus cápsulas suprarrenales "vacías" , lo que motivó el uso de la adrenalina en un intento de resucitación. Por colapso de las venas, la inyección de los 2 mL de adrenalina debía ser intracardíaca en el ventrículo izquierdo. Era inmediata e impresionante la reacción en aquellos que respondían: abrían desmesuradamente los ojos, con una mirada fija de terror. Presentaban temblor, angustia, rigidez, sobresaltos musculares y hasta convulsiones; eretismo cardíaco, arritmia, bradicardia inicial seguida de taquicardia. Uno de los cuatro pacientes así tratados, se recuperó. El LCR d e los pacientes graves: hipertenso, xantocrómico con franco aumento de la albúmina y positividad de las reacciones afines, e hiperleuco- citosis neutrófila. No existía tratamiento específico, sólo sintomático. Para la hipe rpirexia, aspirina o piramidón. Para la cefalea, punción lumbar con extracción de 5 a 1OmL de LCR, que además de producir un alivio inmediato 30
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