Huella y presencia (tomo II)

Dr. RAÚL ETCHEVERRY senadores, el precitado (compartido), Fernando Cancino, Bias Bello lio y un diputado, Alberto Dalber Etcheberry, entre mis alumnos o solt disant tels. Dalber fue uno de mis mejores discípulos. Estoy unido a él por un lazo de amistad y gratitud, además de un posible lejano parentesco por nuestro árbol fami liar ancestral arraigado en los bajos Pirineos Franceses. Recuerdo que en 1978, siendo Presidente de la Sociedad Chilena de Hematología, me distinguió como Padre de Hematología Chilena. Varios años después "le reclamé" una segunda medalla, ahora como abuelo, ya que había contribuido a la formación de tres nietos hematólogos: el suyo, el de Regonesi y el de Vacarezza. Este último no sólo fenotípico, sino además genotípico, y de los cuales me siento orgulloso porque todos se han destacado y no sólo en el campo de la hematología. Ingresamos al Servicio de Medicina del Hospital del Salvador, entonces del Dr. Israel (papá) Bórquez, los cuatro mosqueteros, como nos autodeno- minábamos. Eramos cuatro mosqueteros de armas universitarias, con Boba- dilla, Castillo y Losada. El lema "todos contra la muerte, nuestra adversaria". Vana ilusión dejuventud. Uno a uno fuimos cayendo en esta cruzada: Aramis, Athos y Portos. Sólo queda d'Artagnan, pero en su brazo ya tiembla la espada. Nos recibió e l Dr. Alessandri ,jefe de clínica,joven, buen mozo, de porte distinguido. Su capa azul terciada sobre los hombros le daba prestancia y le confería autoridad. Nos sentimos como los liliputienses frente al gigante Gulliver. No fue muy amable su recepción. El saludo, una pregunta: ¿los nuevos internos?, y una orden: pónganse los delantales y a trabajar inmedia- tamente... pensar que este "joven rubio, de contextura atlética", cohibido inicialmente por la person alidad del Dr. Alessandri, opositor en algunas reuniones clínicas, logró alcanzar su confianza, su amistad, y en los últimos años, también llegó a ser su confidente, de lo cual me sentí y aún ahora me siento muy honrado y orgulloso al recordarlo. Era un cordero con piel de león, como se autodefinió en una ocasión. Yaunque algunos colegas duda- ban, me consta... por lo menos en los últimos años. Entonces era obligatoria una tesis para optar al título de médico-ciruja no. Yo mismo dirigí, más adelante, 32 tesis, de médicos, dentistas y del Instituto Pedagógico. El Dr. Alessandri, me sugir ió "Etiología de la nefritis aguda" (en relación con la flora microbiana de la ori na). El Dr. Euge nio Suárez, Director del Instituto Bacteriológico que habría sido copatrocinadór de la tesis, rechazó el proyecto en forma no muy diplo- mática. La suerte me salió al paso. Durante mi internado en Cirugía encontré en una vieja revista francesa, Annales de Medicine, un artículo de Danielopulo, médico de Serbia, sobre la epidemia de tifus exantemático en los Balcanes, durante la guerra del '14, que causó en Serbia y Bulgaria l 00.000 muertos, más que la guerra misma. Además del estudio clín ico incluía el del LCR, ya que la mayoría de los pacientes que morían, tenían un grave compromiso del sistema nervioso central... y en Chile estaba cursando una epidemia de tifus exantemático. 25

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