Huella y presencia (tomo II)

HUELLAYPRESENCIA 11 este compromiso. Sólo diría algunas pocas palabras de agradecimiento. Pero recapacité. Yo escogería e l tema y por supuesto sería médico. Nos casamos con la medicina, esposa y amante a la vez, "hasta que la muerte nos separe". Es la única bigamia que acepta nuestra cónyuge, aunque con cierta reticencia, pues se siente postergada, a menudo con razón . La medicina cobra una hipo teca e n tiempo a expensas de la fam ilia. Presumía, antes de conocer el lugar de reunió n, un ambiente familiar, más aún porque entre los médicos no sólo ha bía ex alumnos míos, sino también alumnos, y entre amigos sue le haber tolerancia, benevolencia o por lo menos indulgencia. La filosofía que nos e nseñó don Pedro León Loyola, en el Instituto Nacional, no me atraía, no la justificaba, ni siquiera como pasatiempo, tal un juego de ajedrez. En realidad mi mente infantil no la e n tendía. Y.ahora... ¿la de adulto? Y mentiría si dijera que captaba algo de las premis~, aforismos, silogismos y sofismas. Y no porque haya sido en mis tiempos de juventud materialista, pues entonces ya escribía versos; y no eran versos como los de ahora, puzles de prosa tijere teada, si n rima ni ritmo n i sentido alguno, o antipoesía de poetastros de ocasión según Amado Nervo, sino inmateriales, sentimen- tales, más próximos al alma de los seres y de las cosas, como la filosofía. Solía pensar que don Pedro León abusaba de nuestra inocencia e igno- rancia, cuando pre tendía convencernos que "Aquiles, el de los pies ligeros nunca podrá alcanzar una tortuga", o que "una flecha lanzada por un arco, nunca llegará a un blanco móvil ", como sostenía Demócrito, filósofo griego de la escuela teosófica de Abdera, 4 siglos a. C. Ahora veo las cosas más claras. Se trataba sólo de un sofisma. Pero más tarde, lo interpreté como un me nsaj e en /,e livre de la vie, /,e livre supreme qu 'l on one peut f ermer ni rouvrir a son choix. Consideré como que en el breve curso de nuestra existencia nunca lograre- mos alcanzar la meta propuesta, lo que no debiera preocuparnos porque es un incen t ivo más en procura de un ideal, que no siempre lograremos alcan- zar. Filosofía, sí, pero del libro de la vida, el libro supremo. En estos términos fue mi exposición en el Congreso Nacional, insubstan- cial. El Dr. Santiago Raddatz, profesor de la Universidad Católica, desarrolló el tema sugerido "Algunos aspectos filosóficos de la vida médica", y lo hizo con la e locuencia de un político acorde con el auditorio en que tuvo lugar la reunión. Bien merecidas las fe licitacion es. A tout segnieur tout l'honneur. Mi exposición habría sido sobre la epidemia de tifus exan temático de 1933, que fúe el tema de mi tesis para optar al título de médico-cirujano. No la di, por considerarla fuera de lugar: el auditorio, la sala del Congreso Nacional y la excelencia de los congresistas. Notable el curso del año 1945: ¿medicina o leyes? Tres senadores: María Ele na Carre ra, Nico lás Díaz y Mariano Ruiz Esquide, quien dejó la hematolo- gía por la política, aunque no se ha alejado defini tivame nte, pues ahora se autodefine como hemófilo (no hemofílico). Además u n SEREMI, un decano... pero al volcar las cartas d e este naipe político, veo que tengo las mejores: tres 24

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