Huella y presencia (tomo II)
HUELLA YPRESENCIA 11 Hoy la obra dura más de dos horas. Cuando la hacíamos nosotros, nos quemaba en las manos, y terminábamos a la hora y diez minutos. Era veloz, casi sin parlamentos, con mucha acción y mucho baile. Nos divertíamos. Nos emocionábamos. No esperábamos el éxito que tuvo y menos su persistencia en el tiempo. Hoy la ve mi hijo mayor que ha entrado a la Chile para ser médico, y es muy extraño saber que algunos de los actores eran bebés o no habían nacido cuando la dimos por primera vez. Es extraño darnos cuenta que aún funciona como retrato de esta extraña carrera que es Medicina y aún cala en la risa y los sentimientos de nuevas generaciones. Hicimos muchas otras piezas teatrales. Algunas breves, sumergidas en un Festival de Teatro que arrastraba la Semana de la Facultad. Recuerdos de textos notables. Distintos, cargados, originales. El grupo original de Quiebres- pejos se fragmentó en varios elencos distintos que tomaron su propio impulso creativo. Al egresar pusimos en escena Só/.o para mayores, la otra punta de Quiebrespejos, como todas estas obras transmitida por tradición oral y, por lo tanto, casi olvidada. La recordamos como lo mejor que pudimos hacer en ese tiempo. Inspiró muchísimos trabajos posteriores. Reconozco en su gestua- lidad, en su manera de narrar, lo que después llegaría a ser un estilo. Seguimos conectados por años. Dos obras que pensé para el grupo de la Escuela de Medicina fueron mi lanzamiento al medio profesional. Tanto Matatangos como Lo crudo, lo cocido, lo podrido; estaban planificados para ciertos actores del grupo, y para espacios y situaciones que eran nuestros. Yo · no sabía que el salto a ser un autor de verdad ya estaba dado. En el paso por la Escuela dirigimos algún taller literario, hicimos música, conversamos, reflexionamos, hicimos muchísimas cosas aparte de estudiar. Comencé una novela que no terminé nunca (era sobre una semana mecho- na), varios de mis cuentos publicados, hasta obtuve un premio de cierta importancia con apenas 19 años. Fui ayudante alumno de Fisiología y redacté clases muy particulares sobre el páncreas y la función renal. La psiquiatría vino al final, de medio lado, como un hallazgo donde depositar mi pasión por el lenguaje y compartirla con mi gusto por la clínica. No he conseguido abandonar ninguno de los dos caminos. Con el tiempo me percato de que son sólo uno, el lenguaj e, la condición humana, la constante mirada clínica; crítica siempre positiva, la idea que dice: habrá algún remedio alguna vez, no todo será agonía, luchamos contra la muerte en cualquiera de sus formas, el sueño de la Medicina y el Arte como bases de un mundo mejor, una sociedad más sana, una humanidad más tranquila. Una esperanza. 22
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