Huella y presencia (tomo II)

Dr. MARCO ANTONIO DE LA PARRA ensayé muchas veces en auditorios del hospital pasadas las siete de la tarde. Cambiábamos de e lenco una y otra vez y no se llegaba a puerto. No había continuidad, éramos absolutamente novatos, algunos tomábamos cursos pa- ralelos de actuación en otro sitio. Los años no pasaron del todo en vano. Poco a poco se juntó una generación de variados talentos. Coincidíamos en cantar, bailar, tocar algún instrumento, leer con pasión y concederle al espectáculo un sitio en nuestras vidas. Cuando se produjo el Golpe Militar ya no había Centro de Estudiantes (arrasado tras disputas no resueltas de la última elección) y la recepción de los mechones quedó a cargo de los que se interesaran. Nunca sabré exacta- mente por qué, pero sentí que era e l momento de hacer algo que fuera más allá de la fiesta, las bromas, o e l show musical y los cuenta chistes. ¿Por qué no una pieza teatral? Osear y César ya habían egresado. Yo cursaba Sexto Año y había hecho muy buenas migas con gente muy dispar. No e ra la primera vez que tenía un grupo así. En 1971, con lo más atípico de la Escuela, habíamos editado una revista literaria llamada Philodendro que, por supuesto, salió una sola vez, ya que el segundo número aumentaba, sus costos, semana a semana , por la inflación galopante y quedó sólo en las pruebas de imprenta. El grupo lo probamos en un festejo de Navidad a fines de 1973, e n un patio de Fisiología. Una cosa menor, pero cantada y actuada, para niños, que resultó mucho mejor de lo esperado. Era frecuente que nos juntáramos en la casa de mi primo Guillermo de la Parra a una jarn session interminable, donde de la improvisación salía de todo. Javier García de Cortázar sacaba de su guitarra cuanto se podía sacar. Mucho Dylan, mucho blues, mucho rock and rol! del acústico, fuerte influencia de John Mayall yJanisJoplin. Tocaba y componía también Rogelio Isla y actuaba un montón de portentos, Jorge Prado y su brutal dominio de escena, Jorge Vega y su flauta traversa sumada a su histrionismo inagotable, Vicente de Carolis, un mimo de alto voltaje, la garganta fiel, pero huidiza deJuan Manuel Pérez Franco, e l respaldo de León Cohen (ese año jugando fútbo l en la titular de la U), el afable Tito Toledo (le puse así a un personaje de cuento, nombre de director de orquesta de mambo), Rodrigo Contreras, que aún podía hacer de mechón , y otros que se irían agregando. QJ,tiebrespejos y otros sueños fue un trabajo inspirado, sin ambiciones, sin expectativas. Queríamos entretenernos. Habíamos visto recién Cabaret de Bob Fosse y nos gustaba 1a comedia musical a la Broadway, pero pobre. Guiller- mo montaba unas coreografías inocentes, pero estupendas y teníamos solamente cuatro focos. El resto era el casino de la Laurita y las mesas movidas para abrir espacio a una hueste que temíamos. lbamos a hace r teatro con todos los riesgos. Sin grabaciones, sin textos consagrados, con can ciones a capella o con pura guitarra acústica, quizá un bongó como toda percusión, casi sin ensayos, evadiendo e l texto y la improvisación para estar seguros y protegidos por la rígida estructura e n verso de las canciones aprendidas de memoria. 21

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