Huella y presencia (tomo II)
EL RECLINATORIO Raúl Etcheveny En un convento vivia una monja que pasaba por santa, y que se llamaba la hermana Nle/ancolía. .. Han pasado ya tantos años y vive aún en mi memoria, rompiendo la tediosa rutina del laboratorio como un poema de casto y puro amor, aquella historia santa, de sor Sagrario - la hermana- y de su reclinatorio. Aún evoco en la fría soledad de la mañana el apagado rumor de sus alados pies, tan leve. ¡Oh, sor Sagrario!, la dulce e inefable hermana mientras afuera - como entonces- silenciosamente llueve. Una gris mañana de invierno, al despertar el día, brillantes sus pupilas, sus mejillas tersas rosas, apareció en la penumbra del laboratorio de hematología, como blanca visión de un sueño, andando sigilosa. ¡Trabaj áis tanto!. .. ; ¡vais a enfermaros!. .. ¡La mañana es fría!. .. me dijo quedo y susurrante su voz tan armon iosa.. . su mirada triste se cruzó un instante con la mía y.. . súbito de grana se matizaron sus dos rosas. La frente baja y arrodillada sobre las frías baldosas, ocultando a mis ojos profanos la turbación de su semblante, bajo mis helados pies con pálidas manos temblorosas dejó el reclinatorio y... confusa se alejó al instante . - ¡Sor Sagrario, igual que la hermana Melancolía a Dios ofrendasteis tu alma pura y piadosa... y si hubo vacilación e n tu fe aquel día, la vencisteis y triunfante os alejasteis presurosa. 179 (Amado Nervo)
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