Huella y presencia (tomo II)

HUELLA YPRESENCIA JI cineasla. En tercer año de Medicina me fugué a inscribirme para estudiar Cine. No resultó, lal vez fue para bien, después vendría e l Golpe Militar y las cosas habrían sido muy complicadas. Digamos que e n ese tiempo era bueno ser médico, estar cerca del cuerpo. El país e ra un cuerpo, no había separación entre el d olor psíquico y e l físico. Eramos una herida. Es raro decirlo, pero la Medicina fue la que me permitió ser artista. A veces huyendo de las cataratas de estudios, a veces durante el ledio de un turno, a veces rescalando lecturas subterráneas del hecho clínico que siempre me ha fascinado. El enfermo y el facultativo. La famosa relación médico-pa- cien te, zona d e pruebas de la grandeza de las almas, de la generosidad y el sacrificio. De que el médico es una actor, a nadie le cabe duda. Tiene que recons- truir una esperanza dañada y abrir e l corazón de su espectador entregado. Es un sacerd o te y en cuanto tal, una puesta en escena, e l llamado á un acto de fe construido con la esperanza ciega que puede dar un delantal o un gesto. Nadie le explica farmacología a los pacientes. Incluso, cuando los médicos nos vemos en el rol de enfermos, debemos abandonar lo que sabemos y suponer que el otro sabe. El otro, e l actor, el dramaturgo, sabe lo que dice o creemos que lo sabe, nos lleva de la mano hacia la receta, el diagnóstico, la ceremonia de cuidado, ya sea una curación, e l control, el fonendo en la espalda. Repletos de rituales donde se establece una relación de poder que espera no ser cruel con el consultante. Por o tra parte, el buen clínico sabe que la única manera de saber es olvidar lo aprendido. Como e l actor, se sabe las líneas de memoria, pero navega e n una absoluta incertidumbre hacia la conclusión final. Mira siempre de nuevo como e l escenario es siempre otro. Nunca una función es igual a otra, nunca un paciente se parece a otro. No hay mecánica posible. No funcionan las computadoras médicas. Hay algo que es humano, demasiado humano, e n este territorio. Hay una escen a que solamente es posible entre dos vidas que se encuentran. Toda curación es espiritual. Yde ahí que toda clínica sea un arte. Algo que nunca se sabrá exactamente cómo se supo. Un cuerpo con o tro cuerpo. El cuerpo que ausculta, que piensa lo que el otro cuerpo no entiende y que percibe solamente como dolor, señal del cuerpo que ha dejado de ser mudo para pedir atención. El ruido del cuerpo le impide encontrarse con su alma. El médico la restituye. Todos somos brujos. Como los cómicos, los actores ambulantes, una suerte de fe nómenos de feria. Creamos ilusiones, contamos un cuento. Era natural hacer teatro dentro de la Escuela de Medicina. A poco de llegar entré al grupo donde estaban César Ojeda y Osear González y un montón de estudiantes montaban piezas escritas por Osear, a todo pasto, usando una cinta grabada de fondo con canciones compuestas por César, sobre las cuales hacíamos fonomímica. La experie ncia de lo musical y el agudo humor de Osear contaminarían mi teatro posterior. Algo escribí que 20

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=