Huella y presencia (tomo II)

QUECUARENTAANOSNOESNADA Luis Pérez Miranda Ai.cuMPUR4JA1VOSYBMESESDETRABAJOen la Biblioteca Central de la Facultad de Medicina, me acogí al Programa de Retiro Voluntario y es así como el 30 de noviembre de 1997, en pleno uso de mis facultades fisicas y mentales, acudí por última vez a la oficina en que me desempeñé comoJefe de Procesos Técnicos durante los últimos años. Al retirarme ese día y dar vuelta la cabeza para "despedirme" de la Facultad, volví a ver la antigua entrada del Hospital San Vicente, que corres- pondía en ese entonces a la entrada de la Escuela de Medicina, cuya bibliote- ca quedaba a un costado en un antiguo y destartalado pabellón, que creo había sido el Servicio de Urgencia del Hospital, justo donde se levanta el moderno edificio que la acoge en la actualidad. Llegué a la Biblioteca a instancias del Sr. Alberto Villalón, abogado chileno y doctor en Bibliotecología, título obtenido en Estados Unidos y que causaba escozor entre los médicos (sólo eran doctores el egresado de medi- cina y los dentistas) y de la Srta. Sylvia Anabalón, Profesora de Historia y Bibliotecaria. El Sr. Villalón había sido seleccionado, en 1951, por la Fundación Rocke- feller, entidad que apoyó fundamentalmente a la biblioteca, destruida en gran parte por el incendio que afectó a la Escuela de Medicina, en 1948. Reunía las condiciones ideales: ser chileno y bibliotecario titulado en el país del norte cuando en Chile esta profesión estaba en pañales y él le dio el impulso que necesitaba para convertirse en carrera universitaria. Además de pagar el sueldo del_Sr. Villalón, la Rockefeller canceló durante 2 ó 3 años todas las suscripciones de revistas, que en e sos años llegaban a más de 900 títulos. En la actualidad no llegan a 300. En el vetusto edificio que mencioné en primer lugar, las condiciones d e trabajo dejaban mucho que desear, las salas de lectura se llovían e igual sucedía con la bodega de revistas. Al respecto, el Sr. Villalón en un último intento por impresionar a la Rockefeller y conseguir que siguiera ayudando a la biblioteca - ya que se había vencido el plazo que se había fijado para tal efecto- hizo tomar unas fotografias, en parte preparadas, de alumnos estu- diando entre tiestos que recibían las goteras que se producían en la Sala de 171

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