Huella y presencia (tomo II)

EL ACTOR Y EL DOCTOR Dr. Marco Antonio de la Parra N uNCA SUPE DÓNDE DELIMITABA el artista con el médico. Alguna vez, en tiempos en que la palabra estaba más cerca del espíritu (y en que, quizás, hablar era la única manera de curar), el Arte y la Ciencia compartían el mismo territorio, el del conocimiento, el de la sanación de las almas, el de la purga, el del que rer saber sin cesar, el de suponer un estado superior en el que estaríamos a salvo de nuestra precariedad inago table. Creo que mientras estudié Medicina fue justamente donde más aprendí como artista, sólo que no me daba cuenta. Creía que entraba en la Ciencia pero andaba por ahí, mirando la vida, como una pieza de joyas esté ticas. Ya lo sabemos, las obras de arte están ahí, es cosa de descubrirlas. El cuerpo y la mente eran la primera enseñanza y eso resonaba e n mí con gran agitación. Recuerdo Anatomía como una experiencia mayor de acercamiento a la condición humana, el reconocimiento del cadáver como una pregunta feroz sobre la existencia. Muchas veces h e pensado en escribir un texto de ficción sobre ese tema. La luz cayendo sobre las mesas de disección habitadas por figuras tiesas que fueron seres humanos que ya no lo son y de alguna manera lo siguen siendo, resulta aún impresionante. Permanecerjunto a esos cuerpos sin nombre, abrir su piel y hurgar en búsqueda de esa estructura desde donde emerge todo lo inmaterial, la emoción, el cariño, e l miedo, se convierte de una fuerte iniciación en la más necesaria de las sabidurías para un artista: morimos, somos materia. Así, todo --desde la física hasta la estadística- se convertía e n un entrenamiento de la mente para abordar el límite jamás precisable entre la condición espiritual ·y la corporal. Algún día, fantaseábamos, tendremos el alma e n una probeta. Tal vez brille, tal vez sea opaca, tal vez apenas resulte un pececillo de colores algo torpe. Se me hace muy difícil pensar en mi teatro o mi escritura sin la huella médica. Desde el oficio mismo, aprendido de mi padre como de un artesano espléndido, como en un traspaso generacional propio del Medioevo, hasta la inmensa cantidad de información siempre guiada por la misma pr·egunta: ¿en qué momento estamos a punto de ser dioses?, ¿cuándo dejamos de serlo? Alguna vez quise ser escritor de ficción , alguna vez tambié n quise ser 19

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