Huella y presencia (tomo II)
HUELLA YPRESENCIA 11 Como alumno en los primeros años, nuestro homenajeado no tuvo pena ni gloria. Sin embargo, cuando pasamos al área clínica, él se demostró como era y como es. Cuando terminamos el curso de medicina y cirugía nos enrolamos en el SNS como reemplazantes de verano en provincias. El Servicio pagaba los pasajes y daba alojamiento en el hospital. Nuestro destino fue el Hospital de Los Angeles, donde pasamos febrero de 1958. El tercer reemplazante en ese lugar fue Luciano Martin. ¡Quién iba a pensar que estos tres estudiantes irían a escoger, por caminos diferentes, la misma especialidad y llegar a ser miem- bros de esta Sociedad! Pero hay más: otros tres compañeros de curso hicieron igual elección. Ellos son Ximena Vivanco, María E. Willshaw y Gustavo Pineda. Seis, de una promoción de 120 (el 5% de nuestro curso) se enamoró de la endocrinología, tres internistas y tres pediatras. t Después de hacer el Internado en el Hospital Salvador, nos graduamos. En esta época la Escuela de Postgrado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile otorgaba becas de especialización, con las que durante tres a1ios, el becado recibía un estipendio mensual, sin tener que pagar matrícula ni buscar otros medios de mantención. ¡Qué época! Hugo ganó una beca de medicina interna y yo la de pediatría. Con ese ingreso, cada cual sacó sus cuentas, y hacia fines de 1960 celebramos nuestros respectivos matrimonios. Recuerdo que en 1962 nos cambiamos de casa. Muy pocos meses después hubo mudanza en casa del vecino. Adivinen ustedes quienes fueron los nuevos moradores: obviamente que la familia Pumarino-Bravo. Allí nuestro hijos formaron la patota del barrio y su amistad p erdura hasta hoy. Terminada la beca, Hugo fue nombrado Ayudante 2º en la Cátedra de Medicina del profesor Ramón Valdivieso. En forma progresiva se fue incor- porando al grupo de endocrinología que encabezabaJorge Litvak, y en 1965 quedó decidida su dedicación a la especialidad, cuando ganó una beca de la Agencia Internacional de Energía Atómica, como Research Fellow en la unidad de e ndocrinología que dirigía Joe Canary en la U. de Georgetown. Después de 18 meses regresó a su antiguo grupo, alcanzando la jefatura en 1975. Su ingreso a la S. Ch. E. M. fue e n el recordado congreso de Panimávida en 1968, al mismo tiempo quej.M. López, e l que habla y otros. Su participa- ción activa en ella lo llevó a la Presidencia durante el período 1978-1980. Hacia 1970 los grandes maestros de la endocrinología, Arturo Atria, Francisco Donoso, Rafael Téllez , dejaron paso a una nueva generación:José Barzelatto, Alfredo Jadresic, Jorge Litvak, Julián Parada. Pocos años más tarde, por diversas razones, estos cuatro destacados se fueron del país para asumir otros roles. La Sociedad cayó en una somnolencia de la que salió gracias al empuje de la nueva generación liderada por Hugo, Gustavo Pineda, J.M. López y otro no tan extremadamente nuevo, como Enrique.López Caffarena. Deseo a estas alturas pedir excusas a todos aquellos quienes no he nombrado, no 158
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