Huella y presencia (tomo II)
HUELLA YPRESENCIA 11 las monjas de hospital, brindando consuelo religioso junto a los cuidados físicos. Ya en el siglo xx, este rol tan pasivo fue lentamente sobrepasado. El cine fijó muy bien el papel de la mujer ante la enfermedad: uno recuerda fácilmente la abnegada actitud de las bellas jovencitas que siempre estaban al lado del cowboy herido, cuando éste recuperaba la conciencia ¡en un blan- quísimo lecho! Luego, la decidida acción de las heroicas enfermeras de las películas bélicas. Siempre allí, la mujer, en su papel consolador, como una obligación natural y propia de su condición. En este sentido, y sin abando- nar el cine -que en paréntesis es el mejor testimonio de nuestras costum- bres- debe destacarse en "Lo que el viento se llevó", la actitud de rechazo de Scarlett O'Hara en asumir un papel de enfermera con los heridos de la Guerra de la Secesión, como una muestra más de la originalidad de su espmtu. f Más allá de lo anecdótico, muchas veces me he preguntado ¿Qué resulta- do tendría nuestro excelente diagnóstico y nuestro plan terapéutico si no existiera ese grupo de mujeres anónimas como son las enfermeras y las auxiliares de hospital? Ellas se llevan la peor parte, la que no se nota y que sin embargo es de importancia vital para los pacientes. ¡Esforzadas mujeres las auxiliares de hospital! Son ellas las que colocan la vasija para recibir los vómitos, hacen el aseo corporal, extienden las sábanas, acomodan las almohadas; convencen de un modo u otro a los pacientes para que acepten los tratamientos y, muy especialmente, brindan consuelo. Inten- tan disminuir los temores ante lo desconocido, conversan con los viejos, acarician a los nii' i.os, sujetan la mano del que está sufriendo. Acompañan al que muere. ¿Qué sería de los pacientes sin esta entrega generosa? Las auxiliares de hospital tienen hasta hoy una actitud de servicio que va más allá de lo comprensible en este mundo de mercado. Se codean, noche a noche, con grandes problemas. Resuelven, con una sabiduría innata, las dudas de los enfermos. La participación activa de la mujer en la profesión médica durante este siglo es una manifestación más de la aceptación que la capacidad intelectual puede darse en cualquier sexo. Es por eso que no debe considerarse un logro, es natural que así sea. Debo destacar, sin embargo, que los primeros años de incorporación a la que fue tan masculina actividad, no deben haber resultado fáciles. ¡Si aún hasta ahora hay especialidades médicas casi vedadas para la mujer! ¡Pensar que hasta 1954 no se admitía mujeres en la Carrera de Medicina de la Pontificia Universidad Católica y había un determinado cupo en la Universi- dad de Chile! Es por ello que la generación de mujeres médicos de más de 20 años de profesión, tiene características de personalidad muy semejantes: habitual- mente muy capaces, asertivas, de gran firmeza, tenaces, organizadas y prag- 140
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