Huella y presencia (tomo II)

Dr. DAVID YUDILEVICH computador análogo Donner se hacían modelos matemáticos para interpre- tar mejor los resultados que con los isótopos obteníamos e n preparaciones de corazón aislado y otros órganos (estómago, cerebro), perfundidos artificial- mente. Me apasionaba comunicar mi entusiasmo por la investigación cien tí- fica a estudiantes yjóvenes investigadores. Con ellos rea lizábamos experimen- tos que discuúamos bebiendo tacitas de café que nos permitían extender nuestro trabajo hasta tarde en la noche. Entre los recuerdos de esa época están las clases de Fisiología que eran asistidas por todos los ayudantes. Cuando yo hacía clases, el Dr. Alejandro Steiner a cargo del curso, se comía las uñas y se hundía en el asiento desesperado por mis complicadas ecuaciones y datos experimentales con las que las ilustraba. Al finalizar, lo que yo creía era una magistral clase, el Dr. Steiner saltaba al frente y decía a los estudiantes que esa materia no entraba en la prueba. Obviamente, el prefería la extrema sencillez de los apuntes a mimeógrafo que por años se revendían en el casino de Laurita. A fines de los años 60 organicé una experiencia que fue educativa para los estudiantes que participaron y también para nosou·os. Bajo el útulo de "Cienú- ficos por un mes". Estudiantes de quinto humanidades (tercero medio) entra- ron en los secretos de nuestros laborato,;os o se sumergieron en el dominio de la fisica o de las matemáticas avanzadas. Se trasladaban a Santiago, por todo el mes de enero, ochenta estudiantes seleccionados entre los mejores de cada colegio, desde Arica a Magallanes. La prensa captó la fascinación del proyecto y daba cada año amplia cubertura a l evento. Participaron investigadores en ciencia básica y aplicada, incluyendo muchos médicos, de todas las universidades. La Reforma de 1968 que estremeció a las un iversidades al expandirse el movimiento estudiantil que se inició en París y Berkeley, California, exaltó mi ya no tan juvenil entusiasmo. Recuerdo un discurso en que yo imitaba al que había sido mi profesor de Medicina, el Dr. Alejandro Carretón. Imaginé que Carretón le daba la bienvenida al nuevo decano Dr. Alfredo Jadresic. La realidad fue que el Dr. Amador Neghme, debió renunciar al cargo de Decano abatido por tema de la reforma. Esto ocurría en el frontis del Hopital JJ. Aguirre frente a una exaltada multitud de estudiantes, académicos y funcio- narios. No presentíamos en ese momento de "triunfo", el dramático desen- lace de 1973, en que otra multitud con sus brazos en alto en la cancha de fútbol, enfrentaba a los valientes soldados. En 1973 realizábámos experimentos con mi estudiante Pancho Sepúlve- da (hoy profesor de la Facultad y Cátedra Presidencial) en la Facultad de Ciencias, cuando los sables y las balas sonaban e n e l centro de Santiago. Estudiábamos la barrera hematoencefálica en el perro y, e n particular, el transporte de aminoácidos. Estos trabajos, realizados en colaboración con un colega argentino que nos visitaba, fueron la base de una publicación en la muy prestigiosa revista inglesa Nature. El golpe militar cambió radicalmente el curso de nuestras vidas. Estaba yo casado con la bella Dra. Marisol Téllez, académico de la Cátedra de 119

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