Huella y presencia (tomo II)
Dr. DAVID YUDILEVICH ;anatorio de San José de Maipo, intentando mejorar de la tube rculosis que le lfectaba y que posteriormente lo venció. En esos testimonios aparece la tarde en que , gracias a un divino impulso, pasé en Nápoles junto a Gabriela Mistral, y la lectura que me hizo de sus poemas mientras tomábamos innumerables tazas de té. También recuerdan el luminoso día en Capri en casa de Pablo Neruda, a la cual fui conducido secretamente (introducido por Gabriela) ya que no podía recibir visitas durante su exilio en Italia . AJ retornar a Chile en marzo de 1953, mis dispe rsas pasiones se orienta- ron hacia completar la carrera de médico , pero con la intención de dedicar- me a la ciencia. En esos años, en los sencillos y pobremente equipados laboratorios de la Escuela un grupo de docentes desarrollaban con enorme interés y creatividad una actividad científica notable y pionera. La "dedicación exclusiva" a la Facultad era la rece ta del éxito, pero ello exigía sacrificios. Lo fascinante era que nosotros, como estudiantes-alumnos fuimos invitados a ese festín de l espíri tu que nos mantenía, a veces, toda la noche efectuando experimentos que los "maestros" dirigían , quienes a la vez debían efectuar una intensa labor en la sala de clases y en los complicados y apasionantes trabajos prácticos. A la Cátedra de Fisiopatología, que dirigía Jaime Talesnik, llegaron los "exiliados" fi siólogos de Concepción cuando Bruno Gunthe r abandonó esa Universidad. Entre ellos venía la persona que de finitivamente me impulsó hacia la investigación, el Dr. George Hodgson, bajo cuya supervisión hice una tesis experimental. Hodgson y José Tohá habían realizado investigaciones pioneras sobre la entonces hipotética hormona eritropoyetina y yo con tinué con esos estudios sobre la regulación de la producción de glóbulos rojos y su control en las anemias. Algunos breves recuerdos de mi paso por la clínica. En elJJ. Aguirre hice Medicina con el profesor Carretón y con Luis Hervé y An tonio Del Solar . En Cirugía estaba e l profesor Vargas Molinare y de muy grato recuerdo fue el contacto en Traumatología con el profesor Albe rto Croquevielle; los apuntes que hicimos de sus clases fueron vendidos y revendidos por muchos años en el casino de la Laurita. Eran los "Yudilevich y Ramírez". Obtuve el título cj.e médico-cirujano en ene ro de 1957. Ese mismo mes inicié mi carrera académica al incorporarme a la Unive rsidad de Chile siguiendo la corriente inspiradora de don Juan Gómez Millas, entonces Rector de nuestra Universidad. Con Hodgson y Tohá cruzamos el río Mapo- cho hacia el Sur y fuimos a formar la Sección de Biofisica de l Laboratorio d e Física Nuclear en la Escuela de Ingeniería, vecino al Parque Cousiño. Con paso firme participamos en los inicios de las aplicaciones "pacífi cas" de la energía nuclear, esa energía que pocos años antes devastó poblaciones civiles al lanzarse la "bomba atómica" que constituye el dudoso prestigio del progre- so de la ciencia. Paralelamente en la Facultad de Medicina, e l Dr. J osé 117
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