Huella y presencia (tomo II)

Dr. EDUARDO ROSSELOT J. formación y que, por lo mismo, da una apreciación general de la eficiencia e idoneidad del proceso formativo. Bajo la tutela del Consejo Superior de Educación, se ha iniciado la preparación de un proceso que se supone propondrá y aplicará, a partir del presente año, un procedimiento de evaluación de los recursos, objetivos, metodologías y contenidos que estén disponibles para la formación de pre- grado y para que las unidades académicas prevean los medios de apoyo esenciales para lograr una acabada formación de los profesionales que a ellas concurran. La acreditación de especialidades médicas constituye una instancia que se ha consolidado ya en el ámbito nacional, claramente con un atraso de medio siglo, al menos, comparado con similares sistemas en los Estados Unidos de Norteamérica y en Europa. Aunque existen todavía detractores de la Corporación Nacional de Certificación de Especialidades Médicas que asumió tal función hace ya 15 años, con la resuelta integración de las Facul- tades de Medicina agrupadas en ASOFAMECH, las reticencias corporativas fun- dadas esencialmente en que se ha restringido la participación de ciertos organismos o se siente que se escapan de control determinadas instancias de poder, deberán ir cediendo. Esto por existir la necesidad inexcusable de garantizar la confianza de los beneficiarios en las capacidades profesionales de quienes han sido debidamente, y a corto plazo también deberán serlo periódicamente, evaluados sobre su formación y su permanente actualiza- ción. Por razones diversas a las que ahora le otorgan prevalencia a idénticas propuestas, la primitiva discusión también se refería a la decisión sobre qué escenarios o campos clínicos utilizar para la enseñanza, disputándose este privilegio entre las consultas de los profesionales y las salas de los hospitales de caridad que habían surgido bajo el amparo de instituciones confesionales o del mismo Estado y comenzaban a tener un papel fundamental, aunque también controvertido por las condiciones en que funcionaban, en el ejerci- cio de la salud pública y la praxis curativa. No obstante, en tal disputa había ya una verificación del interés que tanto para la diseminación del conocimien- to médico y su aplicación en las instancias más básicas del quehacer asisten- cial, como para el perfeccionamiento de los medios de formación, adquiría la relación entre docencia y atención profesional, al punto de llegar a consti- tuirse en modelo general de complementación clínica, que más tarde que temprano ha alcanzado también a ratificarse, con variable integridad, en el ámbito de todas las escuelas médicas del mundo. Así, el nacimiento de la Escuela de Medicina hace 165 años vislumbra en su génesis y en su realización la dinámica educativa, de regulación institucio- nal y de ejercicio profesional, y de búsqueda de la excelencia académica que hoy advertimos en la preocupación universitaria. Por algo, ambos procesos han estado regidos por acciones y reacciones similares y no escapan a la aparente, pero quizás cierta y productiva, contradicción de estar separados en 13

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