Cabildos filosóficos
Cabildos Filosóficos -96- preguntarnos si acaso no debemos otorgar una primacía al presente. Una advertencia se instala ante una relación ingenua ante el futuro. Estas reflexiones sobre el efecto de la experiencia del pasado en nuestra relación actual con el futuro, las experiencias pasadas con el futuro, nos remiten a la ambivalencia de otro concepto clave por la tradición para pensar el futuro: la utopía. La perfección nuevamente muestra un lado amenazante: la realización del ideal clásico de prosperidad y plena satisfacción de necesidades materiales pueden convertirse en pesadillas de egoísmo y violencia. Igualmente, nuestra experiencia actual con el futuro también está atravesada por una desconfianza hacia la oferta de líderesmesiánicos que prometen conducirnos a tierra prometida, pues de hecho han llevado al autoritarismo. Por otro lado, en la medida que nuestras proyecciones o creaciones no son algo ajeno a nuestra experiencia del futuro, ¿qué imagines necesitamos del futuro? ¿Qué imagines requiere un presente que aparece como adverso? El futuro no nos “espera”, siempre está más adelante y como tal, como un sentido, un “lugar a donde ir”, parece tener un valor intrínseco. Entonces la cuestión del futuro se cruza con las necesidades psicológicas y las ansiedades que despierta el mundo contemporáneo. Las tecnologías de la información y redes sociales han entrado con fuerza en nuestra vida cotidiana, alterando nuestra experiencia del mundo, afectando nuestra autocomprensión y nuestras conductas. Las pantallas se vuelven nuevos templos, ídolos: proyectan imágenes que adquieren vida y significados propios. ¿Cómo saber cuál es el yo, si nuestra propia imagen se disocia, nos desplaza y sustituye? En este entorno técnico la cuestión a la autoestima se vuelve protagónica, situándose en el núcleo del funcionamiento de las redes. La suplantación de la comunidad en los espacios virtuales, en que finalmente lo que prima es el individualismo, llevaría a una suerte de contradicción en la búsqueda de amor propio y amor al prójimo. Este inquietante fenómeno abre preguntas por su efecto sobre el futuro: ¿Se trata siempre en las redes y las nuevas tecnologías de una forma de deshumanización? ¿Qué prácticas
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