Cabildos filosóficos
Formas de la política -31- engaño! Pues, ¿nada diferenciaría una mueca violenta del disparo sangriento? No toda violencia es igual. No es igual la metáfora que ostenta que el hecho que atenta. No es igual la violencia con que se quiere emancipar el humano desposeído y vuelto rebaño, de la violencia del amo que lo explota a latigazos para vivir mejor a costa de cientos y miles convertidos. Uno grita y oprime. Otro grita ¡Sigo estando vivo! con la esperanza de que su voz sea oída, aunque sólo sea por una alma. Resulta aquí una paradoja en tanto el uso de la violencia es entendida, por el uno y por el otro, en sentidos de justicia opuestos. La justicia del tirano es la que impone por la fuerza transformando el derecho para sí y justificándolo como obedien- cia para el otro. O en palabras de Rousseau: “El más fuerte no lo es siempre demasiado para ser constantemente amo o señor, si no transforma su fuerza en derecho y la obediencia en deber. De ahí el derechodel más fuerte, tomado irónicamente en apariencia y realmente establecido en principio” (Rousseau, 2010). La del oprimido, no es más un revanchismo que sí un emanciparse de las condiciones tiránicas del otro, gran promesa de los tiempos históricos contemporáneos. En un Estado corrompido, el grito del opresor se traduce como el Derecho de castigar (Derecho penal del Estado) que, en tanto posee el monopolio de la fuerza, sólo puede legitimar su existencia en la necesidad de una paz y orden: promoviendo la violencia se crea la necesidad de paz. Paz que lejos de existir por mutua convivencia, toma forma en el orden que la autoridad aplica por medio de las fuerzas de seguridad y orden. Un Estado opresor ha debido dividir al ciudadano de primera del ciudadano de segunda, y desnaturalizar a este último de su poder y derecho, creando al marginado social, al pobre, al indigente, y también al delincuente. Ycuando las cosas se pongan complicadas se les declarará la guerra, como ha quedado claro tras el estallido del 19-OCT por las declaraciones de Piñera, quien refleja la sensibilidad herida de una elite sumida en el lujo esclavista frente a un rebaño que osó juzgar la historia siempre custodiada por los hijos de Portales. Aunque los gobernadores no son el estado,
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