Mujeres públicas: exposición de la Universidad de Chile 2019-2023
L as “conductoras” fue el nombre popular con que se conoció en las ciudades chilenas a las cobradoras de los carros urbanos eléctricos que comenzaron a circular desde 1880. Fueron mujeres populares que, a diferencia de vendedoras ambulantes, cocineras, cantoras, prostitutas y otras trabajadoras que tradicionalmente ocupaban la calle para desempeñar sus quehaceres, tenían un empleo “moderno”, es decir, capitalista, con el que recibían un salario de una empresa. En consonancia, usaban un uniforme vistoso y llevaban un número que las identificaba. Su irrupción en el espacio público nos muestra explícitamente el acoso sexual en la forma más difícil de desarticular en las sociedad chilena, la del cortejo y el galanteo. En las décimas de la Lira Popular los hombres acosadores callejeros reciben los apelativos de “zancudos” y “pololos”. Hombres y mujeres de élite las consideraban libertinas, cuando no prostitutas. En la prensa de todos los colores políticos fueron criticadas constantemente, pues consideraban que sus modales y vocabulario eran inadecuados en una mujer. En el mismo pliego de esta Lira Popular que se muestra a continuación, leemos una décima de un feminicidio, el estereotipo de la mujer bruja, la indefensión de los niños y el amor romántico y maternal como temas asociados a las mujeres. Estos impresos, de amplia difusión impresa y oral, nos permiten constatar las formas en que la misoginia, el machismo y la violencia se naturalizan en una sociedad y deja constantemente a los más “débiles” expuestos al morbo, el escarnio público y la revictimización. De otra parte, los llamados “cuentos infantiles tradicionales” funcionan como narraciones ejemplares para transmitir moralejas y advertencias sobre los peligros, y en particular reforzar los mandatos de género que, para el caso de las niñas, son el camino del amor romántico como realización personal, el matrimonio como meta y la obediencia como comportamiento adecuado de la feminidad. La falta a dichos mandatos, se castiga con lo que hoy llamamos violencia de género: muerte, daños físicos, maltrato y violación. De ahí la importancia de esta versión poetizada del cuento Caperucita Roja de Gabriela Mistral, que retoma su final más cruel. 169
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