Huella y presencia [tomo I]

UNA MIRADA AL PASADO. RECUERDOS PERSONALES Dr. Tulio Piz.zi* L A VIEJA ESCUELA DE MEDICINA estaba ubicada en la avenida Indepen- dencia, entre el hospital San Vicente de Paul y la calle Panteón (actual Zañartu). Destacaba por su frontis, con una breve escalinata y su portada con seis columnas dóricas. Frente a la entrada se erguían 4 grandes pal- meras. Nunca olvidaré aquella mañana de marzo de 1936, en que llegué por primera vez a ella como alumno del primer año de Medicina. Bajé del tranvía 36 en la esquina de Panteón, crucé la calle e inquieto y estremecido, con una mezcla de temor y ansiedad entré al recinto de la Escuela. Ro- deando al edificio había amplios, hermosos y cuidados jardines. Al entrar, mi corazón latía más violentamente. Iba a comenzar otra etapa de mi destino; una apasionante aventura hacia algo nuevo y desconocido, un desafío que me enfrentaba al futuro sin saber qué situaciones y personas encontraría en esa nueva morada, adonde iba en busca de realizar mi soñada vocación. La construcción tenía una sobria y añeja belleza. Básicamente consistía en dos patios cuadrados, rodeados por dos pisos de habitaciones. Sendas fuentes circulares con un surtidor central que manaba agua mansamente centraban los patios. Rodeándolos había, en el primer piso, corredores anchos, con gruesas columnas, lo que le daba un aire conventual. Los patios eran relativamente pequeños y el ambiente general era de oscuridad o penumbra. Cuando caminábamos por los corredores, estudiando gruesos tomos de apuntes, ya sea solos o en parejas, parecíamos monjes deambu- lantes, musitando oraciones. Éramos muchos los que ingresábamos al primer año. A veces, más de 400. Había gran cantidad de extranjeros, especialmente bolivianos, ecua- torianos y colombianos, con sus peculiares maneras de pronunciar y casi siempre alegres y despreocupados. La mayoría no lograba aprobar el pri- mer año y regresaban a sus países. Había pocas mujeres, a las que adorá- bamos, protegíamos y a veces intentábamos conquistar. Nadie tenía auto- móvil y sólo algunos pocos eran envidiados poseedores de bicicletas. Nuestra primera inquietud y preocupación era adquirir los 8 tomos de laAnatomía de Testut, bellamente empastados en cuero; muchos debían contentarse sólo con el compendio de la misma obra, que llamábamos "El *Miembro de Número de la Academia de Medicina del Instituto de Chile. 103

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