Huella y presencia [tomo I]
HUELLA Y PRESENCIA y adultos. El trámite era expedito y la asistencia gratuita e integral. Con el tiempo la asesoría se fue extendiendo a problemas de orden familiar, moral o legal. Para esa gente humilde, confiada y de limitados horizontes, el médico era en algún sentido el sacerdote, el milagrero, el protector. La tendencia a la especialización, que fue cobrando cada vez mayor fuerza en la década del 60, restringía el campo de acción y enfrentaba al médico a estratos de mayor cultura y nivel económico. Los pacientes soli- citaban un servicio, pagaban por él y expresaban sus aprensiones y dudas con entera libertad. La relación paternalista del médico general había sido sustituida por una relación de tipo contractual. La comunicación, debilitada en su vertiente afectiva, se daba ahora en el terreno de las ideas y se media por resultados concretos. El médico trocaba la ficción del apóstol por la del técnico. El paciente exigía información para conocer la nai.uraleza del mal y el riesgo que implicaba el tratamiento y confidencialidad, porque todo lo que atañe al cuerpo y al alma es un derecho privativo de la persona. En ciertos casos la especialidad se circunscribe a algún capítulo en que el médico es visto como experto. En esa contingencia se ve obligado a actuar como un árbitro cuya misión es dilucidar un problema específico de diagnóstico o tratamiento. El cliente suele ser un alto funcionario, una firma que cautela el estado de salud de uno de sus ejecutivos o una persona de recursos que acude a especialistas calificados para inquirir sobre su salud y resolver en consecuencia. Esta situación en que la enfermedad es concebida como un ente absolutamente desligado de la persona, como una cosa extraña que se puede poner o sacar, incapaz de influir o ser influida por el organismo que la alberga, ha ido prendiendo en ciertos círculos a consecuencias del embrujo de la tecnología y de la bioingeniería. Esta concepción cibernética, despersonalizadora, ignora que la enfermedad es una reacción orgánica global ante agentes nocivos endógenos o exógenos. La enfermedad es tan humana como el hombre mismo. Nos encontramos inmersos en una nueva medicina. No parece ser la vocación de sanar, ni el atractivo de la ciencia, ni el deseo de eliminar errores de construcción biológica que enmarcan el destino humano, lo que nos impulsa a ser médicos. ¿ Habremos perdido la brújula?Cabe la posibilidad de que nos hayamos convertido en una profesión subordinada a otros intereses que son mane- jados por otros profesionales. La mejor tecnología del momento no se halla en las universidades sino en las grandes clínicas privadas y ...claro, nuestros mejores talentos migran del centro formador a confortables am- bientes de recuperación donde se aprenden las nuevas técnicas, se es más eficaz, se ahorran sacrificios y se puede llegar más lejos. El diagnóstico y el pronóstico, que desde Hipócrates se mantenían en absoluta reserva, desfilan hoy por las pantallas de las computadoras para precaver de riesgo a las compañías que aseguran la salud. La medicina tiene un aura de grandeza que no la abandonará jamás. 100
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