Huella y presencia [tomo I]

HUELLA Y PRESENCIA "El decano que hoy se aleja es el último que ha presidido esta Corporación... Es un período histórico, no sólo en la Medicina, sino en la cultura de la República, constituyendo un modelo no igualado de esfuerzo, de éxito, de sincero patriotismo y de hones- tidad. Esta etapa se inicia con la vida egregia de Lorenzo Sazié y termina con Amador Neghme, en cuya personalidad se concentran y brillan de una manera singular las nobles virtudes de la Corpo- ración. El homenaje que aquí rendimos al último Decano es el homenaje que elevamos , llenos de emoción, a toda la que fue nuestra ejemplar Facultad." Lo que sobrevino después está aún muy próximo para figurar en una crónica. Ello exige paz interior y sobre todo, libertad de espíritu entendida como la no adscripción a valores inmutables e identidades constitutivas. Saltando la una y la otra en esa crisis que sacudió la Universidad hasta sus raíces, su juzgamiento corresponde más bien a las nuevas generaciones. TESTI MOl\10 He querido agregar un testimonio personal de cómo vi y cómo veo la medicina en el medio siglo transcurrido desde que ingresé a la Universidad de Chile. Lo haré a través de la impresión que dejaron en mí algunos de los profesores de la Facultad y de la sensación que despierta el cambio experimentado por el ejercicio profesional desde la década del cincuenta hasta nuestros días. La tarea no es fáci l. Es repasar lo que quedó atrás con los sentidos del presente, lo que equivale a ser objeto y sujeto de observación de una realidad de la que sólo restan los ecos. Es ser a la vez el conductor, el pasajero y la posada. Recuerdo lo que sentí al transponer por primera vez el pórtico de acceso de ese hermoso templo griego que fue la vieja Escuela de Medicina. Con mayor fuerza aun me golpea esa mañana de diciembre de 1948, en que la vi desaparecer ante los ojos consternados de alumnos, compañeros de internado y profesores de la Facultad. Veo sus columnas ennegrecidas emergiendo entre escombros humeantes. Percibo el olor ácido ypenetrante de esa niebla húmeda que se levantaba desde el fondo. Contemplo el rostro desencajado y la mirada ausente de ese gran decano que fue don Armando Larraguibel y la humanidad vibrante del profesor Emilio Croizet, lamen- tándose de haber perdido todos sus archivos. Al costado sur de la Escuela se alzaba la fachada colonial del hospital San Vicente de Paul, separada de la calle Independencia por una reja abierta al mundo por un estrecho pórtico conventual y una escalinata de piedra. El servicio de urgencia y el pensionado, ubicados a la entrada, parecían anunciar que su vocación primera era de humanidad. 94

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