Huella y presencia [tomo I]
Dr. JAIME PÉREZ OLEA A fines del siglo XVII surgen los médicos "latinos" así llamados por prescribir sus recetas en latín y no en "romance" o lengua vulgar. En este tiempo destacan por sus merecimientos los protomédicos fray Agustín Ochandiano y Valenzuela y el Dr. Xacinto de la Peña y Llamas, este último graduado en Salamanca. El "protomedicato edilicio" dependiente del Cabildo, es reemplazado a mediados del siglo XV III por el "protomedicato universitario" regido por la Cátedra de Prima Medicina de la Universidad San Felipe. Su prime r catedrático y protomédico por derecho propio, fue el médico francés Do- mingo Nevin. El material de estudio se reducía a las enseñanzas de Hipó- crates (siglo 1v a.C.), Galeno (siglo II d.C.) y Avicena (siglo x1 d .C.). En estos maestros, cuyo valor histórico nadie podría poner en duda, se com- pendiaba la esencia de la medicina española. No pecaría de exagerado ni de iconoclasta aquel que, teniendo en vista un desfase de 7 a 22 siglos, concluyera que el nivel d e la medicina que se impartía en Chile era po- brísimo. Sobre los libros médicos ingleses y franceses se cernía la sospecha de actuar como disuasivos de la fe religiosa. Durante casi un siglo de existencia ( 1747- 1843), la Universidad San Felipe logró graduar como bachilleres y doctores en Medicina a sólo siete profesionales. Entre ellos d estaca nítidamente fray Manuel Chaparro por su afición al estudio, su formación práctica en el medio hospitalario y por haber sido el pionero de la campaña de vacunación antivariólica durante la epidemia de 1765. Disputó y perdió, después de una prolongada y áspera pugna, la Cátedra de Prima Medicina (que incluía el nombramiento de protomédico) , con su condiscípulo J osé Antonio Ríos. Con la iniciación de la Era Republicana, el sombrío panorama de la medicina chilena comenzó a cambiar. Durante el periodo de transición, el protomédico Eusebio Oliva pretendió solucionar la escasez de médicos del país, dispensa ndo a los postulantes de la obligación de seguir estudios regulares y au torizando la validación de certificados expedidos por pro- fesores privados, lo que equivalía a otorgar títulos interinos. La exposición hecha en 1826 por el médico españolManuelJ ulián Graj ales ante el Senado de la República, no sólo sepultó tan peregrii:ia sugerencia sino que llevó al colapso a la institución encargada de velar por la medicina del país. El Protomedicato fue repuesto el 27 de abril de 1830 por el ministro Diego Portales, quien procedió a nombrar de inmediato la comisión e n- cargada de darle vida. Bastaba repasar la lista de sus integrantes, para anticipar el éxito que tendría la gestión: Presidente, don Guillermo Blest ; Profesor de Medicina, don Agustín Nataniel Cox; Profesor de Farmacia, don Vicente Bustillos; Secretario, Dr. Pedro Morán. Los escogidos no sólo eran figuras sobresalientes en la escena pública y en las disciplinas biomé- dicas, sino que tenían también una acendrada vocación docente. La Escuela de Medicina se creó en 1833. Teniendo a Blest, irlandés, a la cabeza como Director y profesor de Medicina; a Cox, formado en el 91
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