Huella y presencia [tomo I]

HUELLA Y PRESENCIA Pero ella tomaría un camino distinto al de la música. Según Eloísa relató más tarde a una sobrina, un día leyó en el diario que se permitiría a las mujeres estudiar en la Universidad y esa noticia la hizo decidir, casi súbitamente, que aprovecharía esta oportunidad y estudiaría Medicina. Eloísa Díaz había nacido en ese hogar el 25 de junio de 1866, un año después del fallecimiento del Rector de la Universidad de Chile, don An- drés Bello, aquél a quien ella, junto a sus compañeros, en su primer año de estudios universitarios, rendiría homenaje al cumplirse un siglo de su nacimiento. L.\ SOCIEDAD Y LA EDUCACIÓI\ EN SU ÉPOCA En la Memoria de Prueba para obtener el título de Médico Cirujano, la joven incluye una desusada introducción que no se relaciona con el tema de su trabajo y a la cual pertenece la cita anterior. En un recuento de sus sentimientos con respecto a sus estudios y la proyección social de la pro- fesión elegida, como asimismo, sus reflexiones sobre la condición de la mujer en su época, retratando, a grandes trazos, los prejuicios sociales existentes con respecto al sexo femenino. En parte expresa: "Vedado estaba para la mujer chilena franquear el umbral sagrado del augusto templo de las ciencias. La ley se oponía a ello cerrándole el paso que conducía a las aulas oficiales en las diversas gradaciones de la enseñanza secundaria y superior. La preocupación social que alguien con epíteto duro, pero indu- dablemente justo, tildaría de añeja, se lo prohibía amenazándola con el duro ceño de su solemne encono y hasta con el cruel dictado de la reprobación condenatoria. Sensible como mujer por estruc- tura, tímida por consecuencia de su sensibilidad especial, acató ella inconsciente la prohibición injusta que se le imponía y temió traspasar la línea que le señalara como límite a su actividad social y al desarrollo de su inteligencia. Como consecuencia de este malhadado estado de cosas, el com- plemento de su educación moral, fue por mucho tiempo, una mezquina y superficialísima instrucción." En efecto, la sociedad en que la joven vivió su niñez y juventud , mirada con los ojos de hoy, nos parece provinciana, excesivamente conservadora, prejuiciada y machista, que reservaba a la mujer un lugar en su hogar, pero con absoluta dependencia del marido, por lo cual no era indispen- sable, ni aún recomendable, que recibiera una educación parecida a la de los varones. Existían escuelas públicas primarias para ambos sexos y algu- nos establecimientos privados , a donde iban las niñas de la pequeña bur- 76

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=