Huella y presencia [tomo I]

Dr. CAMILO LARRAÍN AGUIRRE pequeña pieza cuya puerta de entrada daba a la sala San Borja estaba el laboratorio de hematología; un microscopio monocular y sobre un mesón contiguo algunos frascos que contenían colorantes, además de un lavatorio destinado al aseo del material eran su modesta dotación; en una pieza similar contigua a la sala Santa Rita estaba ubicado el laboratorio de Gas- troenterología en donde el Dr. Donoso Infante realizaba endoscopías, y al fondo de la sala San Borja la pieza en la cual se tomaban los electrocar- diogramas. Se agregó posteriormente un laboratorio destinado a la reali- zación de análisis químicos y bacteriológicos de sangre y orina a cargo de Esteban Maldonado y Hugo Ramírez. En los años siguientes y al iniciarse la década de los años cincuenta la llegada de Jorge Zapata permitió iniciar estudios hemodinámicos de gran ayuda en el diagnóstico de las cardiopatías valvulares cuyo tratamiento quirúrgico se iniciaba en los diversos hospitales de Santiago. DeJorge Zapata tengo un recuerdo melancólico, había partido 2 años antes a Francia con el objeto de especializarse en Cardiología, vuelto al país volcó con entusiasmo la experiencia adquirida en la exploración hemodinámica de los enfermos del servicio; dicha exploración obligaba a una prolongada exposición en la pantalla radioscópica, lo que probable- mente favoreció la aparición de la enfermedad que puso término a su vida. Por sus condiciones personales, su inteligencia ydon de gentes, Jorge Zapata estaba llamado a desempeñar un gran papel en la cardiología chilena, la Providencia dispuso otra cosa. En el año 1953 nuestro trabajo en el hospital experimentó un gran vuelco. Con el fallecimiento del profesor Ramón Vicuña quedaba vacante una de las Cátedras de Medicina del nuevo Hospital Clínico. El Dr. Ga- rretón era el Decano de la Facultad de Medicina desde el año anterior. Había competido en una reñida elección y había sido derrotado, pero el nuevo Decano muy luego comprendió que la tarea superaba sus fuerzas y tras su renuncia fue muy evidente que la persona que podía asumir la enorme responsabilidad de dirigir la Facultad yde conducir a buen término la construcción de la nueva Escuela de Medicina, era el Dr. Carretón. Éste decidió trasladar su servicio al Hospital Clínico. Me sentí deslumbrado al recorrer el nuevo hospital y contemplar sus salas amplias y bien iluminadas, el flamante equipamiento, y el adecuado espacio para laboratorios y servicios auxiliares. Los diversos servicios se estaban recién instalando; como albergaban a Cátedras, cada profesor deseaba que éstas tuvieran el mayor número de camas y en consecuencia en casi todas las piezas de los cinco pisos, en los martillos e incluso en el subterráneo había camas para acomodar enfermos. El servicio del Dr. Carretón ocupaba el tercer y cuarto piso en el sector A, tenía 100 camas y espacio disponible para instalar laboratorios anexos. Era una de las tres Cátedras de Medicina, la Cátedra D; las otras dos estaban a cargo del Dr. Osear Avendaño y del Dr. Ramón Valdivieso, había otros dos servicios de medicina destinados a la enseñanza oficial de Semiología, dirigidos también 65

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