Huella y presencia [tomo I]

HUELLA Y PRESENCIA anatomopatólogos chilenos en 2 períodos separados del tiempo, 1905-191 y 1930-1933. Había regresado a Chile después de la Segunda Guerr: Mundial gracias a una gestión del gobierno de nuestro país, pues luegc de la primera edición en Berlín (1942) "Der Eigenwert des Menschen había experimentado grandes padecimientos en su patria, de este libro 1, Universidad de Chile publicó una edición en español con el título de "E camino evolutivo y el origen del hombre" (1952). Recuerdo que en un; reunión a la que asistía el profesor Westenhoeffer se presentó un caso de una pancitopenia que en la médula ósea tenía casi exclusivamente plas mocitos. Opiné muy enfáticamente y con gran convencimirnto que en m opinión se trataba de un típico caso de mieloma múltiple (en ese tiemp< los anatomopatólogos hablaban de mielomas eritroblásticos, mielocíticos megacariocíticos, etc., no se sabía aún que el mieloma múltiple es siempn un tumor plasmocitario). El profesorWestenhoefferque ocupaba un asien to delante del mío se dio vuelta hacia mí y me dijo en un tono irónico er su imperfecto castellano: "Es mieloma para usted". No agregó una palabr, más. Tampoco estuvieron de acuerdo en ese diagnóstico los demás ana- tomopatólogos por lo que al día siguiente llevé al Dr. Badínez la revist¡; cuyas láminas mostraban sólo plasmocitos en los estudios citológicos de la médula ósea en el Mieloma Múltiple. Han pasado los años y ahora cree que en el caso en cuestión el diagnóstico correcto no era el de mieloma múltiple sino de anemia aplástica, enfermedad en la que hay muchos plasmocitos en la médula ósea; al Dr. Westenhoeffer no le faltaba razón al dudar del diagnóstico que yo emitía tan presuntuosamente. En 1944 en una reunión clínica el Dr. Carretón nos anunció que a partir de ese momento y de acuerdo al nuevo plan de estudios de la Facultad de Medicina el servicio pasaba a llamarse "Cátedra de Medicina del hospital San Borja". Terminaba así el antiguo plan de estudios que se había iniciado casi un siglo antes, en 1863, a instancia del entonces Decano José Joaquín Aguirre, basado en el método de enseñanza que se seguía en Francia: dos años de estudios básicos (anatomía, fisiología); dos años dedicados al conocimiento teórico de las enfermedades y dos años de práctica clínica. A este esquema se habían ido agregando las nuevas disci- plinas cuyo aprendizaje se hizo necesario, incluyendo las especialidades médico-quirúrgicas, todo lo cual culminaba en el internado. Con el nuevo plan los alumnos dirigidos por médicos monitores se incorporaban de lleno a las salas del hospital en las mañanas y recibían su enseñanza junto al lecho del enfermo, debían estar durante 2 años la mitad del año en una Cátedra de Medicina y la otra mitad en una Cátedra de Cirugía cuyas relaciones debían ser muy estrechas. Las acomodaciones disponibles en el hospital eran en extremo sencillas. Ya he mencionado la atención de los pacientes hospitalizados; en las piezas contiguas a las salas del servicio se fueron instalando los laboratorios de las subespecialidades médicas que hacían entonces su aparición. En una 64

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